martes, 22 de diciembre de 2009
viernes, 4 de diciembre de 2009
Malcolm Farrakhan, The Complete Poetry
Malcolm FARRAKAHN, The Complete Poetry.
PRÓLOGO
No cabe duda de que, en la disposición histórica de hechos fortuitos de este objeto misterioso que solemos llamar realidad, se dispersan situaciones que parecen erguirse al margen de lo permisible por las normas físicas y metafísicas que han sido fijadas, en mayor o menor medida, por la experiencia empírica colectiva y por determinadas autoridades individuales. De esta manera, Aristóteles advierte en su Poética que la verosimilitud no es un fenómeno generalizado en la totalidad de los acontecimientos humanos. Más simple hubiera sido nacer en tiempos donde era lícito que un hombre controle a su antojo la marea de un mar o que otro convierta agua en vino, con la única condición de que Dios así lo escriba.
Que los egipcios hayan construido sepulcros de 150 metros de perfecta altura y poco después olviden cómo fue hecho; que Virgilio haya dejado a la posteridad una égloga mesiánica en la cual se establecen todos los grandes elementos del cristianismo –una virgen, un niño, una nueva disposición de los siglos, etc.- (égl. IV, 40 a. C.); que un hombre desequilibrado decida acabar con todos los judíos del planeta y, al mando de uno de los grandes países del mundo civilizado, esté cerca de conseguirlo; que una ameba se convierta en un mono y después construya computadoras; son algunos fáciles ejemplos que verdaderamente pertenecen a la categoría citada.
Tal es el caso de la historia que orbita misteriosamente alrededor de esta colección de poemas que hoy sale a la luz; una historia que el destino quiso otorgarme la responsabilidad de divulgar. Creo que el lector rápidamente apreciará el excelso valor autónomo de los versos que de ninguna manera dependen de lo que en este prólogo me dispongo, sin otra alternativa lógica, a contar.
Hace tres meses consiguió dar conmigo un joven estudiante de arte anunciando rotundamente que no se iría sin obtener mi sólida promesa de una lectura del manuscrito que traía en sus manos, además de una media hora de mi tiempo en la cual se disponía a contarme la génesis del texto. Mentiría si dijera que automáticamente me vi sobrecogido por el interés, pero sí que aprecié algo especial en la mirada del chico, en su activa y segura obstinación. En todo caso cabía la feliz posibilidad de que fuera más interesante que el deber que estaba llevando a cabo en ese momento; en realidad casi cualquier cosa lo hubiera sido. Lo invité a sentarse y comenzó a hablar. Rápidamente supe su nombre, Nicholas Wright, y que el manuscrito no era de su propia autoría; había sido escrito por un compañero suyo que se había suicidado poco antes. Continuó con información similar a la que sigue, información que pude ampliar con una ulterior investigación, citando a sus padres, compañeros y profesores.
Malcolm Farrakhan nació en Detroit en 1959. Sus padres, Muhammad y Jamillah Farrakhan, habían adoptado estos nombres al convertirse a la Nación del Islam. Sin duda lo bautizaron en honor a Malcolm X. A una edad muy temprana comenzó a demostrar un agudo talento en las artes plásticas, a la vez que rechazaba el culto religioso que sus padres intentaban imponerle. Ya en la adolescencia alcanzó un profundo desarrollo artístico, y al terminar la escuela consiguió una beca para estudiar Bellas Artes en la universidad de Yale. Se trasladó con sus padres a New Haven y allí se estableció rápidamente como un joven prodigio en el campo de la pintura abstracta, como prometen, sin excepción, todos sus profesores. Los testigos de su universidad son la única fuente de cualquier juicio estético sobre la obra pictórica de Farrakhan, ya que la totalidad de ella fue destruida por su creador. De su producción artística quedan solamente estos poemas. Sus compañeros lo han descrito como un joven llamativamente talentoso pero de escasas herramientas sociales y un comportamiento excéntrico e incómodo.
El 3 de diciembre de 1980, Malcolm Farrakhan asistía a una clase de arte oriental con el profesor David Parker. En aquellas sesiones estaban revisando diapositivas de diversa índole en torno al arte islámico y chino, y la imagen proyectada era de una alfombra persa del siglo XVII.En un momento dado, el profesor se dio cuenta que había olvidado unos apuntes en su despacho y anunció una breve pausa para ir a recogerlos. Este banal descuido del profesor daría lugar al momento más significativo en el devenir vital del artista. Sucedió que Farrakhan comenzó a conversar con Nicholas Wright, que estaba sentado en el pupitre contiguo, y de una u otra manera el diálogo tomó su curso hacia la condición ocular de su compañero, que era miope. A Farrakhan se le ocurrió, en un acto de inocente curiosidad, pedirle prestadas las gafas a su compañero y colocárselas él mismo. Entre las personas pertenecientes al grupo humano cuya visión no precisa de lentes correctoras, creo que muchos hemos estado en una situación parecida.Víctimas de la curiosidad, nos probamos los artefactos, la visión se nubla, generalmente a la experiencia se añade un leve mareo, tras lo cual se retiran y todo vuelve a la normalidad. Este no fue el caso de nuestro joven poeta. El epíteto es todavía impreciso, ya que Malcolm Farrakhan desconocía aún su destino en las letras y el alto cargo que ocuparían sus versos, quizá no en la historia de la literatura (lo cual está por verse); pero sí, a mi juicio, en la literatura misma.
Lo que le sucedió a Farrakhan fue del todo distinto a lo anteriormente ejemplificado. Al colocarse las gafas sobre las orejas y mirar a su compañero, notó un sutil cambio en la fisionomía del rostro, tornó la mirada hacia otros lugares del aula y todo adquiría valores nuevos y matices innovadores. Los objetos del mundo parecían ahora más claros y enfocados. Se le ocurrió que probablemente necesitara usar gafas y se entusiasmó por la posibilidad de mejorar su visión. Sin duda estaría ponderando una hipotética elevación de su producción artística. Pero lo más notable, lo más trascendental, sucedió cuando dirigió la mirada hacia la proyección de la alfombra persa. Él la había estado observando con cuidado e interés minutos antes, pero al mirarla con las gafas la imagen se le presentó irreconocible. Lo proyectado sobre la pantalla blanca se mostró enteramente nuevo y diferente, hasta el punto en que llegó a creer que la diapositiva había sido remplazada por otra, hipótesis rápidamente negada por su compañero. Su impulso fue el de quitarse los anteojos e inmediatamente la imagen volvió a su original normalidad, pero cuando se los volvió a colocar sufrió nuevamente un cambio absoluto. Esto sólo sucedía con la diapositiva ya que al mirar a su compañero, a la ventana, a otros compañeros, a los muebles del aula, Farrakhan apenas reconocía un leve cambio incomparable a lo que sucedía con la imagen. Cogió de su mochila un libro de Turner y examinó las pinturas. Con todas le sucedía lo mismo; un sentimiento de desesperación lo paralizó al no reconocer los cuadros que tanto había analizado y comprendido. No pudo, o no intentó, expresar el horror a su compañero, que lo miraba perplejo y un tanto asustado. Los demás alumnos también habían dejado de hablar y lo observaban sin saber lo que sucedía. Finalmente se levantó del pupitre y, sin emitir palabra, salió repentinamente del aula, llevando consigo las gafas de su compañero. Apuró el camino a casa e inmediatamente se dirigió a su taller de pintura, altamente preocupado por la seguridad de sus cuadros.
Como he señalado antes, de su prolífica producción artística –al fin y al cabo, apenas superaba la veintena de años- sólo quedan sus poemas y los testimonios de sus amigos y profesores; todos ellos hablan maravillas de la obra plástica de Farrakhan. Realmente se trataba de un joven prodigio de la pintura y una incalculable fuente de promesas futuras. Si los extraños avatares del destino del artista fueron beneficiosos para la cultura y si este libro de poemas justifica, en términos fríos, absolutos, estéticos, el sacrificio de su producción pictórica (tanto la que hubo como la que hubiera podido haber), nunca se sabrá. De todas formas no tiene sentido barajar tales conjeturas, sólo podemos leer la poesía, cuya misteriosa génesis es la siguiente.
Cuando Farrakhan entró a su taller y examinó sus cuadros, decidió que probablemente había perdido el sano juicio. El lector se reserva el derecho, totalmente comprensible, de tomar esta postura. Yo me reservo el derecho de mantener callada mi opinión. Como he sugerido antes, la extensa obra plástica de Farrakhan estaba formada, exclusivamente, por representaciones abstractas. Pero ese día, mirando a través de los anteojos de su compañero, el pintor sólo podía ver composiciones figurativas en clave clasicista. Era del todo incapaz de reducir las imágenes a su nivel original, en lugar de ver los acostumbrados balances de colores y texturas lo que tenía delante eran mujeres y hombres, paisajes y animales, dioses y héroes; todos de un realismo mimético apabullante. Wright no sabe con seguridad cuánto tiempo estuvo examinando sus más de ochenta cuadros, él supone dos días. La costumbre en la casa de Farrakhan era que si la puerta de su taller estaba cerrada, su madre le dejaba los platos de comida afuera, sin osar interrumpirlo. Esto facilitó una reclusión absoluta de trece días, que fue finalmente interrumpida por el mismo Wright. En un momento Farrakhan consideró destruir las gafas y nunca volver a emprender una experiencia semejante, pero cuando se las quitó comprobó que ya no podía ver los cuadros en su estado original. Ese desnudo no desaparecía, aquel río permanecía intacto, la naturaleza muerta se mantenía incólume.
En este punto procedió con su acción literaria. Si fuera una decisión consciente y premeditada acometer semejante producción en tan poco tiempo, o si más bien comenzó con un impulso y devino de forma más espontánea en lo que sería este libro, no forma parte de lo que he podido reconstruir. Tampoco es posible conocer el orden cronológico de la creación de los poemas, en caso de diferir del presentado aquí, que es el orden en el cual los transcribió. El hecho es que comenzó a arrancar las telas de sus bastidores y, en su lado reverso, escribió los cuadros en su estado abstracto original, como él los había pintado. Uno por uno, en un período de diez u once días, emprendió un proceso de écfrasis lírica para todos sus ochenta y dos cuadros. Éstos son los ochenta y dos poemas que conforman la colección. Luego los transcribió en dos cuadernos y quemó los lienzos, uno por uno, en la chimenea del taller. ¿Qué otras maravillas semejantes nos depara la incomprensible historia de la humanidad?
Como he mencionado antes, fue Wright quien, preocupado por su compañero que no aparecía por clase, acabó averiguando su dirección y lo fue a visitar. No le costó demasiado trabajo convencer a la madre de que le permitiera interrumpir a Farrakhan. Ella, según me ha dicho, ya estaba muy preocupada, ya que nunca había permanecido encerrado tanto tiempo, y fue por miedo a su carácter temperamental que no se había decidido a molestarlo.
Dio varios golpes a la puerta sin recibir una respuesta. La abrió lentamente. Era una habitación amplia, sin ventanas. También pintor, asiduo en talleres de arte, Wright notó inmediatamente la falta de obra. Una capa de ceniza cubría la habitación entera como la primera nevada de invierno. Había pequeños trozos de lienzo a medio quemar desperdigados azarosamente por el suelo. Junto a la chimenea se encontraba Farrakhan, que no se había percatado de la interrupción. Se encontraba todavía en el proceso de finar sus cuadros, y ya poco le faltaba. Tenía junto a sí un pequeño acervo de trozos de lienzo que iba alimentando al fuego. Wright dice que inmediatamente entendió lo que estaba haciendo, sin poder entender por qué ni bajo qué circunstancias.
Le tuvo que llamar la atención varias veces para ganarlo del trance. No sabía qué conclusión sacar de lo que estaba sucediendo y temía que el artista volviera al mundo con algún tipo de furia contenida; pero fue todo lo contrario. Lo atendió con una leve sonrisa sarcástica y comenzaron un diálogo, al principio torpe y atolondrado pero de creciente fluidez, en el cual Farrakhan le pudo explicar todo lo que he contado hasta ahora. Debo corregirme, ya que por alguna razón, quizá fuera mera vergüenza o inseguridad, Farrakhan fue prudente en omitir un detalle: la transcripción de la poesía a los cuadernos de hojas lisas que Wright trajo a mi oficina.Efectivamente, Wright se marchó del taller, unas horas más tarde, con la triste noción de que todo había sido destruido. Antes de abandonar el domicilio tuvo una breve conversación con la madre en la cual, por un lado, le aseguró que no había motivo de preocupación y, por el otro, le aconsejó que practicara una mínima vigilancia. También le dejó su número telefónico con el pedido explícito de avisarle sobre cualquier giro de acontecimientos. El llamado lo recibió esa misma noche. Malcolm Farrakhan se ahorcó en su taller el 16 de diciembre de 1980.
Wright se dirigió inmediatamente a la casa del difunto y, con el permiso de su madre, entró al taller. Fue entonces cuando dio con el manuscrito.
El lector audaz habrá podido comprobar una imprecisión en los datos de este relato: he dicho que eran ochenta y dos cuadros, ochenta y dos poemas. Ese número es inferior por uno a los contenidos en esta colección. El extraño, que se encuentra al final, sin duda fue escrito después de la conversación con Wright. No es una de sus pinturas y es el único que lleva título: El Ahorcado (The Hangman).
Bello aquel que lea estos poemas.
Nueva York, 14 de abril de 1981
Posdata del 17 de abril. Sin poder contenerme, siento la obligación de incluir lo siguiente, con la concisa advertencia de que se trata de una mera conjetura y a la vez un ejercicio hermenéutico del último poema. Sería prudente leerlo cuidadosamente antes de proseguir.
Hablando con Wright (cuya opinión no dista demasiado de la mía), analizando esta peculiar historia, leyendo los poemas, no me cuadraba el hecho de que Farrakhan se quitara la vida. Al no tratarse de un relato fantástico, me abstengo a declarar que el suicidio no se justificaba. Creo que la clave de mi tesis está en el verso undécimo. ¿Acaso es tan descabellado pensar que, luego de salir del trance, luego de explicarle la historia a Wright, de digerirla y reflexionar sobre ella, Farrakhan haya recordado lo que había visto en la alfombra persa y haya encontrado intolerable entender que la visión era nada menos que la propia efigie de Alá, de todo lo divino, prohibido, verdadero?
Ruego una relectura del poema, prestando especial atención al verso mentado y, al caso, de todo este prólogo, antes de negarle la cordura a su mensajero, mero intermediario.
Labels: Cuentos
viernes, 27 de noviembre de 2009
Una cosa fácil de ver es un poema largo y deprimente
Una cosa fácil de ver son dos amantes
Más difíciles son sus albas horas,
sus almas entumecidas, su bello sexo.
Paseantes de la mano asemejan
cualquier cosa que viene de a dos
Y su mirada perdida es capaz
de inundar el vacío
construido con el sudor
de los hombres y del azar.
Pero estos ladrillos
Revocados por el odio de las generaciones
Sus cuchillos, sus gritos secos,
Tienen algo de la mano del amor
que intenta olvidar
El llanto de los recién nacidos
con canciones de cuna
El ruido de los aviones y helicópteros.
No sólo es más fácil
creer en la muerte
Sino que es lo que la tierra pide.
Y los amantes, que rezan a otras cosas
Que están de alguna manera despreocupados
y de otra muertos de miedo
Recortan el cielo
Recordando a los árboles
tan olvidados
tanto
Como los nombres y las caras
de aquellos que no tuvieron hijos
Sólo gangrena, manchas negras
y pesadillas recurrentes.
Cuatro piernas,
(Las que se confunden entre sábanas
Cuando no los veo,
ni a ellos ni a nadie),
Dialogan con las baldosas
del bulevar.
Constantemente
La palabra amor
Agita sus alas en varios idiomas
Arroja semillas para ambos lados
Liba, crece, se alimenta,
Sale disparada en todas direcciones
Rebota en los edificios.
Pero sólo vuelve donde estaba,
apenas hubo un cambio.
Se besan,
Asumen la lucha
se hacen cargo.
Pero también notan la erosión
de las generaciones
Se incluyen en una larga lista
En la cual quisieran incluir a sus hijos
Algún día.
Reconocen el debate fútil,
Y en un lindo día, cuando están
muy enamorados
Hasta pueden alabar lo bello
del revocado de un edificio antiguo,
Yendo de la mano,
hacia el horizonte infinito.
Probablemente en su casa
Sueñen juntos la Victoria,
Cuando dos o tres palomas
Protagonicen la coronación,
Y ellos, monarcas del Amor,
Desnuden al mensaje de sus palabras,
y terminen de construir el mundo
Orgánico, libre, verdadero.
Ellos son ahora mismo
Todos los amantes,
Duermen abrazados,
Confunden las piernas,
Dialogan con la muerte,
Protagonizan la ambigüedad,
Reencarnan la guerra,
Fundan una ciudad sobre la anterior,
Escriben el libro
con las palabras que quisieran olvidar.
Labels: poesía
miércoles, 25 de noviembre de 2009
jueves, 19 de noviembre de 2009
domingo, 8 de noviembre de 2009
La cámara también es descartable
Muy buena experiencia en solitaria comunión con la montaña irlandesa.
("Mi amado las montañas / Los valles solitarios nemorosos / las ínsulas extrañas / los rios sonorosos / el silbo de los aires amorosos." Como lo dijo San Juan de la Cruz)
Vean este buen video de Andy Goldworthy.
martes, 27 de octubre de 2009
Walking
jueves, 15 de octubre de 2009
Otoño pide haiku
A un tiempo
vienen hojas, colores
de otoño
Es la lluvia
el círculo
la temporada
El cambio
hace pensar en lo inmóvil
de todo
Como las lluvias
del cielo caen
las hojas
domingo, 27 de septiembre de 2009
Parche
¿Qué dicen, abro una sección de "mariconadas"?
The earth has many keys.
Where melody is not
Is the unknown peninsula.
Beauty is nature's fact.
But witness for her land,
And witness for her sea,
The cricket is her utmost
Of elegy to me.
Emily Dickinson, poema nro. 1775
Labels: Decorativas
viernes, 25 de septiembre de 2009
Ovis canadensis
El labio superior curvado hacia dentro de este carnero de las Rocosas (arriba) señala el preludio del acoplamiento durante la época de celo en el Parque Nacional de Yellowstone.
Labels: Dibujo
sábado, 12 de septiembre de 2009
Luz azul (lo que dice Wesley)
I
LYUDMILA
Había hecho lenguado al horno con papas. Cuando lo sacó del horno, se dio cuenta de que había encogido mucho, y que no alcanzaría para todos. Sin decidirlo conscientemente, servía el pescado en dos platos y las papas en los otros tres. Los repartía como esperando que nadie se diera cuenta de lo que había hecho. Los platos de pescado se los servía a Dmitri y a Stèpan. Durante la cena, todos miraban para abajo, menos Dmitri y Stèpan que se miraban a los ojos el uno al otro. Mientras comían el lenguado, sus cabezas se iban agrandando y agrandando. Luego estaban mirando un documental en la televisión sobre delfines. El documental retrataba un grupo de delfines del cual uno de los integrantes se había extraviado. En un momento, la madre se giraba para decirle algo a Dmitri y entonces se daba cuenta de que no estaba. Los demás tampoco estaban. En la televisión se veía una imagen fija de una familia comiendo. Luego la televisión ya no estaba, ella se encontraba nadando, en su conciencia era un delfín, pero si se miraba el cuerpo era un cuerpo humano normal, desnudo. El agua estaba muy fría y la hacía temblar. El sentimiento de perdición y desarraigo de su grupo de delfines era inmenso, finalmente despertó. Dmitri no estaba en la cama. Por un segundo sintió un profundo miedo, como si se hubiera extraviado de verdad y para siempre. Luego lo encontró de pie contra la ventana, mirando hacia afuera. La ventana estaba abierta y por ella entraba una brisa fría y el sonido del arroyo.
LA NIÑA
Era un día de verano en la playa. Tenía las manos totalmente llenas de arrugas, y entraba y salía del agua con una compañera de la escuela, jugando en la arena o saltando desde un pequeño muelle al agua. Constantemente reían, sin que sucediera nada gracioso. Cuando salían del agua rápidamente volvían a sentir el sol que las quemaba con fuerza y volvían corriendo al agua, salpicándose entre sí y riendo. En un momento jugaban a hacer la plancha, viendo quién aguantaba más tiempo sin comenzar a hundirse. Un rato después, ya no se hundían, permanecían haciendo la plancha por lo que parecía horas y horas. Luego su compañera ya no estaba, estaba ella sola que flotaba cada vez más lejos de la orilla, pero sin asustarse. Levantando apenas la cabeza, veía cómo las dunas de arena y el muelle eran cada vez más pequeñas, hasta que ya no se veían, y ella flotaba, feliz, mar adentro. Luego se ponía boca abajo, todavía flotando, y sin pensar en que no podía respirar, miraba hacia el fondo del mar, donde sucedían historias nítidas de peces que hablaban y sonreían, de caballitos de mar con montura y riendas, que eran montados por otros animales que también hablaban, sonreían, reían. Una melodía simple y alegre le venía a los oídos desde todas las direcciones. Lo que veía en el ambiente azul tenía la estética casi de un dibujo animado, pero sin que la fantasía la alejara de lo que sucedía, que era real. Todavía flotando en la superficie, empezaron a aparecer sirenas –hombres y mujeres- que vivían en castillos de oro y arena, ellos también tenían historias que ella presenciaba, y rápidamente comenzaba a identificar los distintos personajes. Aquél el príncipe, aquellos el rey y la reina, más allá los súbditos, un poco más gordos pero igualmente sonrientes y habladores. Entonces veía a la doncella, y en el proceso de examinarla, ella misma se convertía en la doncella, que nadaba y sonreía y hablaba con el resto, un pelo rubio y voluminoso suspendido en el agua ondulaba al compás de las corrientes marinas. Diferentes situaciones se sucedían una a otra en diferentes espacios del palacio y del reino, con diferentes tipos de peces sonrientes y carismáticos. Generalmente estaban más bien en el fondo del mar, y sobre él se erguían el palacio, los jardines, los campos. Corrían también ríos por el fondo del mar, con orillas pobladas de árboles, diferentes monos sonrientes y enternecedores cruzaban en dos patas los ríos, con las manos bien alto, saltando como al compás de unos tambores. Durante la noche se despertó levemente dos o tres veces, sorprendida por el sueño que no tenía precedentes en cuanto a nitidez, alegría y fantasía. Cuando se volvía a quedar dormida podía continuar el sinfín de episodios subacuáticos. Finalmente estaba el sol en la ventana llenando la habitación, mientras su madre la despertaba con cariño, acariciándole el pelo. Llena de amargura, se sentó en la cama y miró a su habitación y a su madre, con una infinita desazón y muy pocas ganas de vestirse y tomar el desayuno, antes de ir a la escuela.
DMITRI
Estaba sentado con su familia, en silencio. Uno de los chicos, o todos a la vez, de pronto hacía notar que se estaba inundando la cocina. Pero la comida seguía con tranquilidad. Se sentía el agua en los pies, la última en notarlo fue la niña, cuyos pies no llegaban al piso. Está linda, decía, y comenzaba a mover los pies hacia adelante y hacia atrás con placer. Mientras ella hacía esto, toda la cocina parecía hamacarse en ambas direcciones. Se fue llenando la cocina de agua gradualmente, de pronto la mesa estaba flotando, y mientras el agua subía, lo hacía también la mesa con la vajilla y la comida, pero ellos permanecían sentados, mirándose el uno al otro. Cuando el agua llegaba al techo, y entraba en contacto con los tubos de luz, un cortocircuito anticipaba la oscuridad absoluta. Pero la oscuridad iba clareando con una luz azul que finalmente dejaba ver en todas las direcciones. Lyudmila y los tres chicos eran ahora unos monstruos espeluznantes, con tentáculos y aletas y grandes dientes. Pero permanecían sentados en sus sillas, mirando al centro del círculo, como si allí hubiera un fuego. Había un silencio que de vez en cuando rompían ruidos lejanos de animales extraños. A cada rato se miraba las manos y constataba que él no era un monstruo de aquellos, y esto lo tranquilizaba. En un momento Stèpan se ponía de pie y cubría pausadamente la distancia entre los dos. De repente era patente que lo que se acercaba era un espejo, y entonces Dmitri se miraba y veía que, efectivamente, también era de esa especie asquerosa. Lo de mirarse las manos ya no funcionaba. Él también estaba compuesto de tentáculos y aletas y grandes dientes que sentía dentro de la boca. Comenzaba a comunicarse con su familia haciendo ruidos extremos y movimientos abstractos que él mismo no entendía al emitirlos. Pero de pronto entendía que estaba involucrado en una pelea que no tardó en volverse física. Lo último que recordó antes de despertar fue un miedo profundo, un intenso olor a putrefacción que veía y escuchaba, y unos dientes clavándose con fuerza en su vientre. Aterrado, miraba las vigas de madera en el techo, despertándose de a poco a la par que su ritmo cardíaco volvía a la normalidad.
Con lanzas cazaban peces y cangrejos en un río. Era más bien una laguna con forma de río y agua corriente, no era muy largo, de unos diez metros, con los límites bien marcados río y arriba y río abajo. Tampoco era demasiado ancho. Como una parcela de arroyo, muy prolija, con fronteras hacia dos llanuras de pasto seco, una arriba de la otra. Las orillas eran de una arena gruesa mezclada con piedras y caracoles. No había más de tres o cuatro peces y una cantidad similar de cangrejos, con lo cual rápidamente los habían cazado todos. Formaban un grupo de tres o a veces cuatro, incluyéndose a sí mismo. Estaban constantemente cantando a coro, pero eran canciones sin letra, melodías inconclusas, con algún que otro fonema inteligible entre sonidos extraños y poco humanos. Algunos tenían tatuajes vagos que no aludían a nada en concreto. Esto posiblemente era la causa, o quizá la consecuencia, de que se haya formado a la idea de que eran piratas, él también. Tras un grosero festín de carne cruda, comenzaban a caminar río arriba, pero mientras caminaban el límite del río seguía siempre a la misma distancia. De pronto la corriente se hacía más fuerte que ellos. Se dejaban llevar por la corriente, pero mirando hacia arriba y sin nunca dejar de cantar, finalmente desembocaban en una pequeña laguna de agua salada. Despertó y se encontró en su cama, mirando un cuadro de un barco antiguo, tipo carabela, que se encontraba colgado en la pared opuesta. No le parecía raro que estuviera ese cuadro ahí, más bien le daba la seguridad de que había despertado de un sueño y que estaba a salvo. No se daba cuenta de que todavía soñaba, de que ese cuadro de la carabela era una mezcla entre una fotografía que se encontraba en un aula de su antigua escuela y una modesta acuarela pintada por su abuelo y colgada en el comedor del mismo. Ante la seguridad de mirar el cuadro y todavía soñando, lograba volver a dormir. Se encontraba en un río muy similar al soñado anteriormente y, con ligeras variaciones, todo sucedía igual que antes. Cuando llegaba al depósito de agua salada, volvía a despertar, esta vez buscando el cuadro del barco. Como si el peligro hubiera sido mucho más grande, o el cuadro un objeto más confortador y garante, verlo allí colgado lo llenaba de tranquilidad. Esto sucedió varias veces al hilo, sin despertar realmente. Pero cada vez el cuadro era algo más importante y buscado al despertar, a la vez que el sentimiento de terror, que no sentía mientras la corriente lo llevaba río abajo hacia el agua salada, que sólo aparecía al "despertar" y buscar el cuadro, tenía también un efecto creciente de agobio. Finalmente, este pánico fue mayor que el bienestar brindado por la imagen del barco y despertó. La noche seguía totalmente cerrada, no debía ser más de la una de la mañana. Se quedó desvelado varias horas, pensando en lo que había contado su hermano, en su posible veracidad; un pensamiento lógico y un recorrido de los argumentos a favor y en contra era acompañado por imágenes pasajeras y muy visuales, de hombres-mono sumergidos en el agua, cazando peces con las manos, y también de él mismo nadando en la playa, manteniendo la respiración para bucear hacia el fondo en busca de caracoles y piedritas, saltando de altos acantilados a la inmensidad del mar, etc. En realidad, pensar que pudiera ser cierto lo llenaba de un placer secreto e indescriptible, mirando hacia el pasado o hacia el futuro (que en este caso parecían iguales) se imaginaba un mundo de poetas nadadores y cantores que sólo juntaban caracoles y piedritas para mostrárselas unos a otros. Comenzó a hacer un repaso de ciertos instintos humanos sobre el placer brindado por el agua, veía playas llenas de gente abstraída del tiempo y del mundo, feliz. Pensó en la tipología nostálgica del marinero. Examinó las posibilidades de una serie de poemas sobre el asunto. Algunos versos le vinieron a la mente mientras se volvía a quedar dormido, versos que en ese puente entre el sueño y la vigilia tomaban un cariz colorido y mágico.
II
Son los años sesenta, en ningún lugar. Una familia se encuentra sentada a la mesa, en una cocina amplia. La madre, con un delantal a cuadros, sirve los platos de comida; los vasos de jugo, agua, vino. En la mesa está el padre; una niña de unos ocho años; un joven de diecisiete o dieciocho. Hay también un lugar vacío, con la vajilla puesta. La ventana delata una noche despejada. Cuando están a punto de empezar a comer, entra el quinto integrante de la familia. Pide perdón rápidamente mientras ocupa su sitio y, sin pausa alguna, hilvana la disculpa con lo que será la conversación de la cena.
STÈPAN.- Tengo una noticia espeluznante.
LYUDMILA.- ¿Malas noticias? ¿No podríamos tener una cena placentera alguna vez.
STÈPAN.- No, no son malas noticias. Son muy buenas, muy raras y muy buenas. Encontraron el eslabón perdido.
SERGEI (Cínico).- ¿Eso qué es exactamente? ¿Un gorila que habla?
DMITRI.- Es un término que usan los medios de comunicación que se aprovechan de la ignorancia del consumidor cada vez que encuentran un nuevo homínido fósil.
STÈPAN.- Lo cual no quita al hecho de que todavía hay serias cuestiones por resolver en cuanto a la evolución del hombre. Pero ya lo están resolviendo, escuchen; no se trata del descubrimiento de un fósil, si no que del sentido común. En la facultad están todos hablando de esto, surgió a partir de un estudio que publicó Wesley ayer.
SERGEI.- ¿Quién es Wesley?
DMITRI.- Es un paleontólogo inglés.
STÈPAN.- Los profesores son los primeros en postularlo y discutirlo en clase, y están preparando un seminario extraordinario y urgente. Resulta que el período de la sabana africana es falso.
SERGEI.- ¿Sabana africana?
DMITRI.- ¿Cómo va a ser falso? Torna la mirada hacia SERGEI. Los australopitecos fueron nuestros primeros antepasados que descendieron de los árboles y vivieron en las sabanas arboladas en el este de África hace unos 3 millones de años.
STÈPAN.- Pero es falso.
DMITRI.- ¡¿Cómo va a ser falso?!
STÈPAN.- Nuestros primeros antepasados que descendieron de los árboles tuvieron un período de adaptación en un ambiente semi-acuático en las aguas cálidas de la costa africana.
DMITRI.- ¿Qué estupidez estás diciendo? ¿Un hombre pescado?
STÈPAN.- Es verdad, un simio acuático, semi-marino, que habitaba las costas y lagunas poco profundas, cazando peces, cangrejos, etc. Bueno, todavía se está empezando a discutir, hay que investigar mucho, pero tiene muchísimo sentido, y explica todas las grandes diferencias entre el ser humano y los demás primates. Por ejemplo, la desnudez de la piel. No hay un solo mamífero terrestre que tenga la piel desnuda. En cambio, sí la tienen muchísimos mamíferos totalmente acuáticos como la ballena, el delfín, etc., o parcialmente acuáticos como el hipopótamo y el tapir.
DMITRI.- Perdimos el pelo porque estábamos directamente expuestos al sol, que además era cada vez más fuerte; el cambio de temperatura fue muy grande. También se habla de la disminución de la carga parasitaria por la selección sexual. Además, ¿cómo no va a haber otros mamíferos terrestres con la piel desnuda? ¿Y el elefante? ¿Y el rinoceronte? ¿Y el cerdo?
STÈPAN.- Todos esos animales vadean o buscan el lodo y el agua, y están empezando a descubrir que todos esos animales tienen antepasados acuáticos. Pero hay muchos argumentos más: Mirá el bipedismo.
SERGEI.- ¿Caminar sobre dos pies?
DMITRI.- En las sabanas el australopiteco empezó a necesitar tener las manos libres para cazar y correr rápido, para mirar por encima de los altos pastizales, para usar herramientas, etc. Además de la creciente molestia del sol en la espalda.
STÈPAN.- Pero la evolución es un proceso muy largo, y ponerse a caminar de repente sobre dos patas es imposible, no te aguantaría el cuerpo, el peso sobre las rodillas y la espina dorsal sería inaguantable, incluso los órganos y los pulmones estarían en serios problemas. El cuerpo necesitaría algún sostén transicional… como el agua. Pensalo, el único momento en que los monos caminan en dos patas es cuando vadean ríos.
Estas palabras dan pie a un silencio. La niña sólo escucha. A la madre parece molestarle más la tensión entre padre e hijo que los argumentos a favor o en contra de la teoría. SERGEI mira a su hermano, como encantado.
DMITRI (A la defensiva, algo eufórico).- ¡Pero, ¿dónde están los fósiles que lo prueben?!
STÈPAN.- Es sólo una cuestión de tiempo. Hay que tener en cuenta que el nivel del agua era entonces mucho menor, al derretirse una gran cantidad de hielo, el nivel del mar subió y estos fósiles tienen que estar enterrados en las profundidades del océano. Pero hay todavía bastantes más pruebas. La capa de grasa subcutánea que tenemos los humanos, no la tiene ningún otro primate. Ellos tienen la grasa almacenada adentro del cuerpo, sólo en los mamíferos acuáticos se registra una migración de la grasa hacia afuera y dispersada en una capa bajo la piel. En la ballena este proceso es completo, no hay nada de grasa adentro del cuerpo. Los humanos tenemos esta capa de grasa bajo la piel, y es por eso que tenemos la capacidad notable de volvernos totalmente obesos. Mirando a su hermana, sonriendo, como vos, gorda. Ella se ríe y lo mira con amor y admiración. Después está nuestra posibilidad fisiológica de hablar. ¿Por qué podemos hablar? Porque sabemos controlar nuestra respiración, ¿qué otros animales saben controlar la respiración? Las aves marinas y los mamíferos acuáticos.
DMITRI (Termina un vaso de vino y lo devuelve vacío a la mesa con un fuerte golpe que lleva tensión a todos los rostros).- ¡Eso es una falacia! fue nuestra necesidad de comunicarnos y el desarrollo de la complejidad del lenguaje lo que hizo que aprendamos, muy gradualmente, a controlar la respiración. No al revés.
STÈPAN.- Y parece que el fósforo proporcionado por la dieta de peces y crustáceos fue lo que optimizó el desarrollo de nuestra inteligencia. Te recuerdo que el segundo animal más inteligente del mundo es el delfín… Después está nuestra fisiología aerodinámica, ¿te imaginás un gorila tirándose al agua de cabeza sin salpicar, o nadando como lo hacemos nosotros? El poco pelo que tenemos también sigue este patrón aerodinámico. Hay muchas cosas más, como lo que llaman el mammarian diving reflex, reflejo por el cual el contacto con agua fría en nuestra cara causa una repentina ralentización del ritmo cardíaco, entre otros mecanismos que optimizan el oxígeno.
DMITRI.- ¡Eso es una reacción a la hipotermia, tarado!
STÈPAN.- Que no lo quieras aceptar no salva el hecho de que esto sea cierto. Es sólo una cuestión de tiempo e investigación. Vas a ver cómo dentro de unos años lo van a enseñar en las escuelas. La remerita esa de la evolución del hombre va a quedar obsoleta, como le sucedió al mapamundi anterior al descubrimiento de América. Va a cambiar el paradigma, la imaginería, la mitología. Parece que el artículo de Wesley habla sobre esto. Sobre los efectos culturales y sociales del descubrimiento, y también sobre científicos anticuados y reaccionarios, como vos, que no lo van a querer aceptar, que van a hacer todo lo posible por mantenerlo tabú, por apartarlo de la comunidad científica y desecharlo junto a los OVNIS y los Yeti. Pero es puro miedo.
El resto de la cena transcurre en silencio.
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