(texto leído en la presentación de Sección de vientos, escrito posteriormente a la impresión del libro -- muchas gracias a todos los que vinieron a mostrarme su amor y apoyo)
Hace 200 millones de años
todo esto era un solo continente
con una sola costa a su alrededor
y no había mamíferos
y no había flores
y no había fósiles de dinosaurios,
pero había dinosaurios.
La cordillera de los Andes no existía,
ya dije que las flores no existían,
era un mundo muy distinto hace 200 millones de años.
Casi no había glaciares,
no había hielo en el polo norte ni el sur, solo el océano líquido cuyas olas rompían sobre las playas de un único continente sin flores, girando alrededor del sol.
Redes de ríos de lava
en los cuales no te podías bañar dos veces
fluían sin cuidado, y a los dinosaurios eso les parecía bien.
A los dinosaurios todo les parecía bien,
la vida y la muerte, la falta de flores,
la actividad volcánica y la separación de los continentes les parecían bien.
Que no existiera la leche, por ejemplo,
les daba tan igual que les parecía bien, y que la tierra girara alrededor del sol,
en un universo de expansión constante, donde todas las estrellas se apagan y toda la materia se separa irremediablemente, también les daba igual y les parecía bien.
En las noches de luna llena, que les parecían bien,
los brachiosaurios proyectaban sombras de su tamaño sobre los territorios,
y los pollitos de pterodáctilo dormían al calor de su madre,
y los pollitos de quetzalcoatlus dormían al calor también de su madre,
la serpiente emplumada.
Y en los océanos los animales se peleaban a muerte,
y los plesiosaurios a veces se escapaban de todo eso y chapoteaban con sus aletas por las playas, sintiendo el calor del sol y la brisa sobre sus pieles.
Y no existían las islas,
no había una sola división sobre la faz de la tierra.
No es que a nadie le importara,
justamente, les daba igual.
Y los mamuts no existían
y los tigres dientes de sable no existían
y los humanos no existían
y las hormigas no existían,
pero yo existía.
Yo estaba ahí -- lo vi todo.
Estampidas de brontosaurios
que se escuchaban a kilómetros de distancia
recorrían la tierra sin cuidado,
transformando las superficies a su paso.
Hambrientos tiranosaurios hundían su dentadura
en la carne de animales de todo tipo y los devoraban.
Pero, se los juro, a los animales que eran devorados, les parecía bien,
"mal" no les parecía, aunque les dolía. Era un mundo muy distinto hace 200 millones de años.
Intermitentes bosques de coníferos delineaban los paisajes de montañas que se iban elevando,
el magma se solidificaba en piedras como ésta y las algas muertas se depositaban bajo las rocas formando petróleo y los continentes se alejaban y se alejaban.
Los continentes no se alejaban ni lento ni rápido
sino a una velocidad que, a mí por lo menos, me pareció bien.
El tiempo geológico siempre me pareció bien,
lo que le tarda al oleaje deshacer un acantilado
o a las placas tectónicas elevar una cadena montañosa me parece bien.
No me aburre ni me emociona sino que me resbala,
lo vi pasar, nada más… me parece bien.
Vi a los coníferos y todos los árboles evolucionar de primitivas plantas de este tamaño.
Vi, años antes, un asteroide tan grande como Marte chocar contra la tierra y arrancarle un pedazo que después sería la luna.
Vi miles de millones de extinciones.
Y todo lo que vi me pareció bien,
todos los principios y medios y finales me parecieron bien,
partes intercambiables de un gran acontecimiento que me parece bien,
que viene y va como si nada.
Milenarias glaciaciones, como el invierno de las estaciones, vienen y van como si nada y eso me parece bien,
Catastróficas erupciones volcánicas me parecen perfectamente bien,
terremotos y tsunamis suceden y pasan, sin grandes acontecimientos, y nada de eso me parece nada, nada más que bien.
Todo lo que existe me parece bien, y todo lo que no existe, probablemente exista o existió alguna vez, entonces también me parece bien, a menos que no exista en serio y en ese caso me parece bien también.
La cantidad de meteoritos que cayó en la tierra me parece bien
y cuando viene el huracán me parece bien
y la extinción masiva del pérmico-triásico, que mató al 95% de las especies marinas
¿por qué habría de parecerme otra cosa más que bien?
Ayer me enteré por twitter de que era el día del escritor,
y a la tarde busqué mis libros en la imprenta
lleno de dudas y temores y deseos y exaltaciones sobre algo tan breve e insignificante como eso
pero que sin embargo, supongo que es normal, sentía muy fuerte.
Y después volví al Norte en barco, por primera vez,
y vi la luna llena salir sobre el río y elevarse por el cielo sin nubes,
y me cagué de frío.
Desembarqué en el muelle con la bici al hombro,
y en el muelle mismo me subí y salí pedaleando sobre las tablas de madera, entre las cuales se veían los reflejos intercambiables de la luna sobre el agua.
Mi aliento estaba a la vista de todos, bajo las luces nocturnas,
y me faltaba abrigo,
y la tierra giraba alrededor del sol
y la luna alrededor de la tierra.
El frío era tremendo,
no tenía casi sensibilidad en las manos,
y pasé por el puesto de flores en Lasalle y Uriburu
y me fui desprendiendo de mi cuerpo
y me vi a mí mismo andando en bicicleta
desde la perspectiva de un barrilete,
y yo planeaba por el aire haciendo grandes curvas cuando yo doblaba en las esquinas del bajo San Isidro.
Y todo lo que me pasaba,
tipo los miedos y deseos y exaltaciones y todo lo que me parece algo distinto a bien,
estaba enteramente conmigo ahí abajo pedaleando,
arriba estaba vacío, no había nada, un poco de viento, nada más,
y me seguí desprendiendo
y sentí miles de millones de conexiones fluir y evanescerse,
y la tierra siguió girando, pero después paró de girar.
Todo eso quedó tan en el pasado,
¿la tierra? ¿la vía láctea? ¿todas las constelaciones y sus miles de millones de civilizaciones? ¿quién recuerda todo eso?
Yo lo recuerdo, recuerdo el Sol, cómo brillaba
¡qué bola de fuego la puta madre!
y recuerdo los miles de millones de soles que brillaban parecido,
y todas las veces que se inventó la rueda,
y todos los dientes y todas las formaciones rocosas y coralinas y todos los últimos suspiros.
Pero los años pasan suavemente de a millones,
nada es para siempre excepto esto, y ahora,
en este universo oscuro, frío y desolado,
son esos recuerdos los que me mantienen,
la simple idea me da calor, de que lo que no es ahora lo fue alguna vez o lo será,
y de que yo ahí estaba y seguiré estando,
una red de cadenas de descargas energéticas y brotes de comunicación.
La comunicación, me parece, es una parte importante de todo esto.
Creo que este invierno me va a parecer bien,
es como un deseo que tengo,
pero no es tan fácil.
foto: Benja Domenech