A Agus Gurevich
Compramos un paquetito de yerba Piporé
que parecía de juguete
y nos morimos de amor
Por la mesa iba caminando un bichito
que tenía como unas alas doradas
y una de las alas parecía rota
Bajo el ala tenía unos puntitos rosados
en cada punto había un jardín
y en cada jardín
un cielo estrellado
Miramos las estrellas largo rato
el bichito dejó de moverse
y lo enterramos en una maceta
“En cada una de esas estrellas
puede haber un planeta
con gente como nosotros
enterrando un bicho en la terraza”
dijimos, apuntando bajo la diminuta ala dorada
Después hiciste una mini lápida
le pusiste un nombre gracioso
y la hora de su muerte