lunes, 11 de febrero de 2008

Carta cerrada para Héctor

A mí lo que me gustaría que pase es que yo escriba una carta para alguien del futuro, diciendo por ejemplo que si por casualidad la encuentra en una zanja cerca de su casa, en el año 2077, saliendo a pasear al perro y un poco preocupado por asuntos matrimoniales, eso sería una gran casualidad. Un chico es secuestrado por piratas en algún recoveco de las Antillas y luego abandonado en una isla desierta. Como sabemos, escribe un mensaje en una botella, la lanza al mar y reza a la piedad de un Dios en el que cree realmente. La botella recorre mares repetitivamente y en un momento se choca con otra botella de características rigurosamente iguales; momento poco visto, el mar brindando en el medio del mar, lejos. Y después una botella va a parar a las manos del otro náufrago y viceversa. Para ese momento ya son viejos y sólo vagamente recuerdan esos símbolos y su supuesto significado. Por eso digo, si hay alguien ahí fuera, leyendo esto por allá por el altiplano boliviano, mirando en la distancia y en esa situación una carta, entregado al viento, le cae a los pies; justo mientras pensaba sobre los pájaros y el viento. Entonces ¿quién escribe? O imaginate, Héctor, que vos te llamás Héctor y aparecés caminando por ahí, por la calle, con tus hijos y te encontrás esta carta cerrada en una plaza. Te llama la atención, la agarrás y te la llevás a tu casa. Te sentás en una mesa de madera un poco vieja y abrís la carta, leés hasta este punto.

Por ahora es todo bastante raro, ¿no? Justo dije lo de la mesa de madera, eso puede ser casualidad, pero, justo dije el nombre Héctor y vos te llamás Héctor. Es raro. Tenés ganas de avanzar, que te diga más cosas, ¿no? Para comprobar, a ver qué pasa. Entonces digo, así sin pensarlo, que es el año 2048, ¿sí? Me siento omnipotente, omnipresente, omnisciente, ¿vos cómo te sentís? Dejame adivinar… no, bueno, no hace falta que entre en eso. Pero así con los datos íbamos bien, tu pared es verde clarito. Tres hijos. Se murió un perro tuyo hace poco… ¡¿En serio?! Hace dos meses… ¡ja! Es que claro, estas cosas pasan, es muy raro pero pasan. Es como la historia esa de Marco Polo que en realidad no viajó nada, sólo se puso a escribir en su casa y se lo inventaba todo, pensaba cómo será China, nombres graciosos como Cathay o el Gran Khan y lo escribía y al final era todo verdad. Te digo, estas cosas pasan.

Bueno entonces ya que estamos puedo contar tu historia, a ver en cuánto acierto. ¿Leíste Hamlet? Ay, no sé por qué pregunto, claro que leíste Hamlet. Porque yo quiero que hayas leído Hamlet. Hay una parte genial, ultra-barroca, como bien sabés, en la que Hamlet prepara una obra de teatro que mimetice las acciones de su repugnante tío para ver la reacción y así tener una prueba mundanal, fehaciente, de los crímenes cometidos. Hamlet les explica la obra a los actores y les da consejos teatrales sobre el arte de la imitación. Es divino, ¿no? Podría habar pasado que un día Shakespeare no podía actuar, porque se había lastimado el tobillo, y miraba su obra desde el público y claro, se estaba viendo a sí mismo imitado por un sustituto, alguien lo imitaba a él que imitaba una situación que etc., se multiplican las relaciones y William Shakespeare puede tranquilamente ser la imitación de alguien viendo la imitación de algo que imita a alguien que imita una cosa que pasó para imitar a otra para un fin determinado. Vos amás los fines determinados Héctor, estás ahí leyendo algo que forzosamente tiene un fin determinado y todo va encajando, ¿no? O el contrario: nada va encajando y lo único determinado es el principio. Y todo eso lo escribió Shakespeare en su casa, la realidad es escribible. Y cuando Shakespeare lo ve en el escenario, les da consejos a sus actores sobre el arte de la imitación, y ahí lo ve, tiene pruebas fehacientes de que es un genio, mirale la cara. Ay, Héctor, vos ahora sos más viejo que yo, ¿es gracioso no? Es como uno de los paréntesis anecdóticos de Smoke, la película de Paul Auster, que cuenta del hombre que sale a esquiar, se pierde y muere congelado. No encuentran el cadáver, después sale su hijo, muchos años más tarde, a esquiar y se encuentra con el cadáver de su padre, intacto en un bloque de hielo, y más joven que su propio hijo. Estas cosas pasan, Héctor. Vos ahora sos más viejo que yo, no pasa nada. Sería ridículo pretender que sólo porque yo llegué antes al mundo en orden cronológico, ahora debo ser más viejo que vos. Yo tengo veinte años. Sí, ya sé que vos todavía ni naciste, que naciste el año que viene. Pero vos ahora tenés treinta y nueve y yo sólo tengo veinte.

¿No es gracioso que ahora te estés preguntando qué hubiera pasado si no te hubieras ido a Lisboa? Te fuiste a los viente, ¿no? Claro, vos te acabás de encontrar una carta cerrada y todo indica que está escrita para vos, y está escrita por un chico que ni siquiera escribe muy bien y te está diciendo todas estas cosas, antes de que ni se conozcan tus padres. Pero yo digo precisamente estas cosas, digo tres hijos, digo el color de la pared es verde clarito. No digo ninguna otra cosa, entonces ¿qué si no te hubieras ido a Lisboa? Hagamos un paréntesis liviano, una pequeña demostración, digamos: cuando veas el símbolo del número pi, vas a escuchar el canto de un pájaro, agudo y sostenido, y acto seguido va a entrar tu hijo por la puerta, hablando sobre un examen de matemáticas. Todavía no. Ahora vos tenés una elección, podés dejar de leer, tirar la carta, o esperar para abrirla en algún momento en el que tu hijo esté durmiendo o muy lejos de casa. O podés seguir leyendo pero en cualquier caso va a pasar, cuando llegues al momento en el que la tinta desplegada dibuje aquel atractivo simbolillo, van a pasar esas dos cosas. Y eso va a pasar ahora, mirá: π

Yo te dije.

Es raro, ¿no?

Ahora que nos vamos conociendo, Héctor, cada vez estoy más seguro de que estás ahí, al principio era medio en chiste pero ahora es distinto, siento que puedo definirte, siento que puedo decirte que no dejes a tu mujer, que no es buena idea, o que no te subas al auto el día de tu quincuagésimo cumpleaños, que vas a tener un accidente. Pero es precisamente éste el momento en el que detengo, en el que me quedo sin tinta o sin ideas. El azar de las experiencias es tal. O sin ganas de seguir, u obligado a hacerlo por la aparición repentina de unos guerrilleros o unos piratas. No tengo más papel Héctor, es eso. Soy tan malo con los finales y, por ahora, este es el fin. Emily Dickinson dijo, en el siglo XIX y siempre: “Parting is all we know of heaven, And all we need of hell”. En nosotros, además del cielo y el infierno, se solapan la bienvenida y la despedida, son uno y lo mismo. Nada va encajando y lo único determinado es el principio. Pero no hace falta nada más; en la Capella Sistina no se lo ve a Dios abrazando a Adán, con el dedito basta.

Cuando yo era niño hicimos un juego divertido en mi colegio: escribimos cartas para meter dentro de globos e inflarlos con helio para soltarlos luego y ver si alguien los encontraba. Lo gracioso fue que a uno de mis compañeros le llegó una respuesta por correo. Estas cosas pasan. El mío todavía no lo encontraste pero estoy seguro que ya te estará por llegar. Yo voy a seguir acá. Somos náufragos, Héctor, náufragos.

Espero tu respuesta.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

apasionante. y lleno de cosas.

hurra!

ariela dijo...

Ay, pero sublime.
Hubo una época en que alquien de nos. enumeraba las risas en voz alta. Esta vez no fue risa, es otra cosa. A mí se me escapó en voz alta un "Ay "En el siglo diecinueve y siempre" qué lindo".
Te digo que está como para agradecerte por algo tan bueno.
Y agradecerte también y atrasado el lindo aliento que me mandaste por blog a lo cuál no sé muy bien qué responder, tal vez con suerte y en una de esas uno de estos días responda con que me salga escribir los pendientes.
Coincido con la gran crítica y amigota personal cuando concluyo
"apasionante, hurra hurra, apasionante".

Mateo dijo...

Adivinaste todo menos mi nombre

groso tipo maaal

Vos sabes que a mi con la puesta en abismo, you had me at hello.

Mentira lo de que el chico no escribe muy bien.

Chiara dijo...

super!
me encantò el juego.
beso