lunes, 29 de septiembre de 2008

El fuego y los números

(De la columna de Nombre Apellido, revista Lenguas Vivas, edición número #)


Aunque no creo me lo hayan señalado, me imagino a los protagonistas de esta curiosidad envueltos en la inmensidad de una profunda selva (para ellos) infinita. Hablaré de los numerales, donde su lengua presenta un fenómeno de superlativo interés. Ya había escuchado de casos peculiares en la puesta en práctica de los números, casos en los que hay cuatro o cinco números y luego la palabra muchos; casos en donde cada adjetivo numeral es un nombre que se relaciona con ese número. Transcribo, ya que puede encontrarse curioso y aprovechando que lo tengo a mano, un ejemplo de tal proceder. Se trata de una pequeña población que yace a dos días pasando las montañas hacia Levante; éstos son sus números:

Uno: boca; dos: ojos; tres: agua (se refiere al ciclo del agua en sus tres estados: nubes, lluvia, ríos); cuatro: puma (el puma es para ellos, más que el mono, el más símil de los animales; que tenga cuatro patas es considerada [¿simbólicamente?] la única diferencia entre los dos cazadores); cinco: mano; seis: choza (para construirlas arman una estructura de seis ramas que luego revisten con hojas); el siete no existe; el ocho es araña, y luego dicen estrellas.


Pero acaso encuentren, como lo hago yo, un interés mayor en el dato que ahora nos trae aquí. Esto me lo contó un niño, alumbrado por las últimas brasas de un fuego que él mismo había fabulado. Daba la sensación de que nadie se lo había enseñado, más bien era como si lo estuviera leyendo en los troncos quemados. Así me dijo:

-Tienen una palabra que significa uno, luego una que significa dos, después sólo se quedan callados, el tres no se pronuncia (pues se sobrentiende), luego la palabra bastantes, hoy fosilizada y que significa cuatro. Las palabras para denominar los números entre cinco y diez son neologismos que no todos conocen. A veces usan los dedos de la mano izquierda (con la derecha no saben contar) asumiendo que al número marcado hay que sumarle los primeros cinco. Con los números grandes es distinto. Se juntan de noche y, siguiendo una ronda, cada uno va mostrando un número en el fuego. Lo hacen de puro placer y (me imagino que) lo que ven en el fuego son los árboles que los rodean, alumbrados por el fuego y por los números.

5 comentarios:

ariela dijo...

Por acá contamos igual, sólo que al pasar el número cinco empezamos a decir "motosierra".
Intentalo, funciona.
Por otro lado, que con agus pensamos ayer algo acerca de tu estilo mikel, y es que capaz esa duplicidad que te obsesiona (el espejo, los números más allá del uno, los dobles), algo tenga que ver con el hecho de que seas familiar de vos mismo, y que tu tatarabuelo sea el mismo que tu otro tatarabuelo.
tiene? mikel y mikel?

Mikel dijo...

Nunca lo había pensado en términos de causa y consecuencia, pero sí que considero con frecuencia algunas cosas, no sé si literarias, pero al menos curiosas. Porque además creo que no tenés la historia completa. Hay una foto de muchos hermanos en una hacienda filipina en donde debería haber uno sólo de mis bisabuelos; yo en esa foto tengo tres (hay uno que mira a la otra con una cara de picarón...). Claro, yo soy primo de mí mismo, y soy primo del primo de mí mismo, soy muchos; pero a la misma vez todas (bueno, casi todas) mis historias familiares son una sola. En vez de ser muchos, un fragmentado genealógico (lo normal), soy uno sólo. Todos los ríos que fluyen hacia mí son un sólo río.

Mikel dijo...

Cómo me puse..

Mateo dijo...

Muy bueno. El informe de Mikel. Che, para cuando leas esto seguro que ya voy a tener un hermanito.

Unknown dijo...

nació boca hermanito hace ojos días!!!
ahora son agua hermanos, todos machitos.

se comenta que le vamos a poder pellizcar los cachetes motosierra de veces...