miércoles, 7 de noviembre de 2012

Un millón de epílogos




Pero de repente, dando vuelta la hoja, entendí
que ya había terminado, que la frase anterior
era la última, el último renglón de la última página
del último capítulo del libro. Pensaba que seguía
 
entré de espaldas al silencio

y me perdí el final. Y me re calenté,
porque no parecía un final, y porque
esa misma frase me había sugerido mil
continuaciones re lindas a la historia,
y porque cerrar así nomás todo eso,
es una picardía. Y volví a la frase, miles de veces
volví y cada vez una continuación distinta
agonizaba y moría ahí mismo, en frente de todos.




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