viernes, 5 de abril de 2013

El diluvio nos encontró navegando

El diluvio nos encontró navegando
y el fantasma que estaba atado al mástil bajó todo mojado
y nos tocó la ventanilla del camarote
para pedirnos una taza de café.

Le dimos leche caliente y un huevo de pascuas 

y lo cubrimos con una toalla que había que sostener con los muebles
para que no lo atravesara.

Había una gotera en el camarote

y el fantasma nos preguntó si eso era un problema
y nos habló de su muerte, que era triste.

Por suerte había dos de cada uno de nosotros,

No peligraba el universo, ni nada.
Al fantasma lo dejamos dormir en el pasillo,
eligió un lugar abajo de un crucifijo, y soñaba,
y se veían los sueños adentro de su cabeza.

Siguió lloviendo, las estrellas no volvieron a salir nunca más,

ni el sol, y el libro estaba mojado, y las goteras se multiplicaban.

Nuestro camarote, durante un tiempo,

fue muy deprimente, pero aprendiste a aburrirte, y se alejó.
A veces me subía a la cucheta de arriba y te miraba desde ahí,
y a veces me subía también al mástil, y decía que era
el Rey de los Judíos, y vos te aburrías.

Todavía pienso que tendríamos que habernos reproducido,

supongo que no tenía mucho sentido, como decías vos,
pero ver el tiempo pasar de esa manera, toda esa lluvia,
me hacía pensar en eso, no sé.

Un mar que no pueda dividirse en dos me parece aburrido.


Lo que quería en el fondo era amor, pero estaba todo mojado.

Me subía a la cucheta del camarote y decía soy el rey del universo!
y no había nadie en el camarote, ni el barco, ni el mar.


2 comentarios:

Lu dijo...

me olvidé de decirte que me gusta a montones

a dijo...

ahora que estás acá es todo poesía documental.
eso me gusta.

buen título.