domingo, 22 de octubre de 2006

La pava vigilada, no hierve

“I fell into a burning ring of fire
I went down, down, down,
And the flames went higher.
And it burns, burns, burns,
The ring of fire,
The ring of fire.”

Johnny Cash


En grano, el café materializó fuera del tercer estante; casi consciente de que yo la observaba, como aquel hombre que vigila la pava. Yo miraba la escena detrás de una lámina de aire gris, el agua hirviendo de ganas de algo; sería humo de la pipa, el agua hirviendo de ganas de hervir. Dan ganas de brillar, dan ganas de ser luz o apagar la luz, ahogar la hornalla, extinguir el horno, desconectar el eslabón, matar al vigilante. Aquel hombre, usa pantuflas, habla en la cocina o le habla a la cocina. Sujeta las cosas por los pelos, incluso las que no tienen pelajes, como las ideas más descabelladas. Y tiene una manera irritante de hacerlo, también. Parece no querer estar ahí, a veces lo admite. A veces le dice a la pava que no quiere, que no quiere. Yo quisiera decirle que retroceda, que admita sus errores, que camine hacia atrás y que deje de vigilar la pava. Los instantes están cada vez más desfasados, y son cada vez menos locuaces, empiezan a existir solamente en la cocina. Solo el hombre, y sólo las baldosas, y solo el café, y sólo la pava. Y sólo los estantes, y solo yo. Se hace de noche afuera de la cocina, y dentro de ella siento que quizás yo tenga el poder. Quizá fue a mí a quien se le ocurrió la idea, o quizá fui yo quien la llevó a cabo. Lo dudo, igual. Ese tipo de cosas dan cabida a los recuerdos (que ya no tengo) y a la elocuencia (que nunca tuve). Aquel hombre se sostiene por los pelos, la mirada fija en la pava, la pava fuera de foco, la pava desmayando. Y el ruido de la hornalla, el ruido circular, aunque desaprovechado e irrelevante. Cuando el hombre calla no existe más que el ruido de la hornalla, y súbitamente deduzco que calla por escucharlo. Similar a su concepción de las situaciones, porque su concepción emana las situaciones como si fueran algún gas inflamable. Así salen las situaciones, casi siempre usando las tuberías correctas pero, lógicamente, a veces equivocándose y saliendo por el grifo o por el cable de la tostadora. Y las situaciones (las que su concepción emana) son un gas que se libera de yacimientos fósiles, y que tienen un olor agregado, ese olor a gas que nos recuerda que somos tímidos, fáciles de atrapar, y que tenemos memorias con olor a gas; olor a gas que además nos recuerda que nos hemos dejado la hornalla prendida, y que el gas (las situaciones) no está ardiendo como debería. Aquel hombre no olvida que la hornalla está prendida, quizá olvida todo lo demás, pero eso nunca. No olvida que hace catorce eternidades puso la pava y que todavía no hierve, quizá olvida para qué quiere el agua hirviendo, o qué es eso, pero no olvida el círculo más pequeño. El centro de algunas cuestiones y el borde de otras. A veces piensa que el anillo de fuego es análogo al anillo de café que deja, conscientemente, en determinadas hojas de su libro, o en el mantel que parecía nuevo hace ya demasiados domingos. Pero todo eso es cada vez más distante. Como si no pudiera concebir espacios más amplios que su cocina, o ideas más amplias que el anhelado silbido de la pava. El instante más largo es aquel que desfigura más cosas, aquel en donde todas o casi todas las burbujas son de una sola pava de agua hirviendo. Aquel hombre solo vive en ese instante, quizá no por decisión propia porque, ¿quién sabe lo que pasa dentro de su cabeza? Es ese instante que pocos hombres llegan a conocer, que es la maldición para los que lo conocen. Hay una suerte de composición general en el cual el hombre no debe ser testigo de ese instante. Lo habitual es estar preparando otras cosas, como una cuchara, en su taza, sobre su plato. O estar perdido en concepciones deformadas por las albas horas, la falta de sueño, la repetición de los días. De todas maneras, lo habitual es no presenciar el instante que en verdad son todos los instantes. El momento en el que una pava hierve. A veces uno piensa que está mirando la pava hervir pero en verdad le está prestando más atención al diseño de las hornallas. Cuatro hornallas de cuatro diferentes tamaños, rodean a una hornalla y todo está perdido en un laberinto de hierro ennegrecido. Y realmente parece un laberinto, similitud ambigua como lo es el resultado: Porque todos y nadie hemos estado en un laberinto. Porque, ¿quién ha estado en un laberinto? Y a la misma vez, ¿quién no ha estado, alguna vez, en un laberinto? En esta distracción y en muchas otras se sitúa el momento en el que hierve la pava; es decir, la pava hierve en todo momento en el que no estamos mirando. Y ahí se encuentra aquel hombre, en un simposio de momentos que son todos en los cuales hirvió una pava, y sólo él tiene acceso a semejante laberinto en el que ser vigilante es la única opción, olvidarse del propósito de la humanidad y las satisfacciones inmediatas y perderse en el anillo de fuego y en las burbujas (que son todas), y en la eternidad del momento, olvidarse de que había un despliegue temporal conocido, el que solía vivir, y adornar su postura con las respiraciones fútiles, latidos desperdiciados de un corazón baladí. ¿Era todo tan semejante a los cuentos, a los sueños? Sería esto un abandono de los días, del pasar de los momentos, o sería el descubrimiento de una bifurcación de momentos dentro de uno solo, como si cada una de las burbujas, representando una unidad de agua que hierve, fuera un momento, y tantas burbujas juntas, en un contenedor, representara todas o casi todas las cosas. Catorce hornallas y catorce anillos de fuego rodean a aquel hombre como si fuere la hornalla central que curiosamente no es la que está prendida porque uno inevitablemente prende la de la derecha inferior.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

ponerse a esperar y ponerse a pensar y tantas cosas y la pava puede ser toda la vida y las hornallas el infierno y la de la derecha inferior el mismísimo inconciente.

está buenisimo. muy genial. diccionario.

Anónimo dijo...

perdon que cambie de tema, pero...
la cola de gini?!
por dios...
los chicos de hoy en dia...

Mikel dijo...

sabía que te iba a gustar eso