jueves, 17 de enero de 2008

Siete más uno (Los ojos rojos)

1.

Terminó la última propaganda, lo sabía porque ahora estaba el anuncio del canal 8, y eso significaba que ya iba a empezar el Chavo del ocho otra vez. El Chavo era uno de los grandes pero parecía como uno de los chicos, el canal se llamaba Ocho y Carlitos se preguntaba si era primero el Chavo y después el canal o al revés. Antes pensaba que era el Chavo del canal Ocho pero después vio una vez que el Chavo vivía en un barril y tenía pintado un ocho en el barril. Se conocía ese número porque Mamá le decía el nombre del canal y le decía el Chavo del ocho, Carlitos, poné el canal ocho y veía el número 8. El ocho era como dos círculos que iban juntos, como dos ceros. Se sabía el cero y el uno, y el dos, y algunos más, como el ocho. Empezó el Chavo y lo miró. Carlitos siempre sabía lo que iba a pasar. Le gustaba adivinar los chistes, no perdían el sentido, era gracioso. Pero entonces el Chavo tenía petardos. Carlitos nunca había visto al Chavo con petardos, nunca había visto petardos, sólo en los dibujos. El Chavo tirándolos por todos lados y se enojaba la vecindad, ruidos muy grandes como de truenos. A Carlitos le gustaban los truenos, los miraba por la ventana y los relámpagos también los miraba y los escuchaba. Y le daban miedo pero era un miedo bueno. Le daban miedo pero estaba adentro y a veces estaba en la cama y los veía en la ventana y los escuchaba y pensaba en Dios tirando petardos. Después Carlitos quería tirar petardos pero dónde conseguir petardos. En el Chavo y por lo que había visto en los dibujos eran como palos de papel rojo y entonces agarró unas cartulinas rojas y las hizo como palitos y sólo necesitaba los fósforos de la cocina. Mamá nunca le dejaba agarrar los fósforos, tenía que hacerlo a escondidas. A veces Mamá dormía la siesta y él puso la tele bien alto y se subió al banquito de la cocina y pudo alcanzar los fósforos. Vio el barco en los fósforos pero él no sabía qué decía en la bandera pero pensó en piratas y que quizá decía Pirata o algo relacionado con los piratas. Cuando ya tenía los fósforos se puso en su cuarto con los petardos. Primero gastó muchos fósforos porque no los podía prender bien y después los prendió bien y empezó a prender los petardos. Justo cuando el primero estaba por explotar se terminó el fósforo y le quemó un poco el dedo. Entonces se dio cuenta que todos los fósforos que quedaban estaban ya negros y no quedaba ninguno rojo. Tuvo que bajar a la cocina a buscar más pero no encontraba y entonces vio el metal que usaba Papá para prender los cigarrillos. Lo sabía usar porque era divertido y un domingo que Papá se estaba duchando lo usó. Lo llevó a su cuarto y abrió la tapa y empezó a mover la ruedita y una vez que lo hizo bien fuerte salió el fuego. Era mejor que los fósforos porque no se terminaba pero justo escuchó unos ruidos en el pasillo que eran Mamá y ya no podía esconderlo todo porque también estaban todos los fósforos tirados y Mamá entró y lo vio. Le gritó y le sacó los petardos y el metal y él lloraba y la odiaba porque le había sacado los petardos y no los había podido explotar.

2.

Estaba en el dibujo de Escher subiendo una escalera y había dibujos en la pared de cosas que iban cambiando y también había símbolos del infinito y de repente la escalera no iba para arriba sino que para abajo y se despertó con un trueno sudando. No sabía si el trueno había sido de verdad. Carlos dormía y le daba la espalda como siempre y el corazón le hacía temblar en todo el cuerpo. Miró el reloj pero se había apagado, algo había pasado mientras dormía que había apagado y vuelto a prender el reloj, estaban ahí los cuatro ochos cuadrados, de color rojo luz. Ponderó medio despierta la posibilidad de que el trueno haya caído en su electricidad. Los ochos cuadrados parpadeaban en la oscuridad. Cuatro ochos que eran ocho cuadrados puestos juntos de esa manera. Y parpadeaban como mirándola, como ojos rojos que la miraban y ella temblaba los residuos del sueño de Escher. Caminó hacia las puertas que una daba al pasillo y la otra al baño y mientras hacía eso pensó en cómo el cuarto tenía esa manera de adaptarse a sus sueños y sus rutinas. En la noche se levantaba de la cama por sus sueños, si soñaba el sueño del jugador de fútbol que se acostaba con ella era la puerta del baño y se masturbaba en silencio; Carlos ya no la tocaba. Si era el sueño del dibujo de Escher era el pasillo y la cocina. Fumaba en la cocina y pensaba en Carlitos y en Carlos, siempre mirando fijo el zippo de Carlos con el que jugueteaban sus manos. La bola negra de pool grabada en el encendedor, con unas llamas en naranja y amarillo, le traían días lejanos con olor a bencina que seguramente ya no existían más, la bola 8 era testigo o evidencia de esos días. La bola 8 era un ojo negro con dos ojos pequeños en la pupila blanca. No se quería ir por Carlitos, no era su hijo y lo tendría que dejar. Lo quería como suyo, lo había criado desde los cuatro meses. Pero entonces consideró, bajo la única luz de la lámpara que colgaba sobre ella y la mesa de madera, que ese día era diferente a los demás, o anterior, como si pudiera hacer que los días anteriores se cancelasen entre sí y ese era un único día. Se abrigó y salió a la calle.

En el bar de la pensión tomó una ginebra en un trance, encendía cigarrillos con el encendedor de Carlos y lo miraba abrirse y cerrarse en sus manos como hacía en casa. Lo usó para su último cigarrillo y después le regaló el encendedor al de la barra. Al dormirse supo que estaba en una cama extraña, en la habitación de una pensión, totalmente sola.

3.

En el tren casi nunca dormía. El sentimiento de trabajar por la noche se chorreaba mucho para afuera de las ocho horas de trabajo y en el tren miraba a la gente recién despierta, con el otro tipo de sueño que es el de la mañana. Dos mundos se unían en el tren, y los demás no eran conscientes de aquello, que ellos dormían mientras él trabajaba, que ellos quizá cuando dormían soñaban lo que él hacía en el trabajo, sirviendo algunos tragos y viendo a la gente entrar o salir, a veces traían putas y las subían a sus habitaciones y eran pequeñas parejas descartables que usaban ese tiempo de la otra persona y durante ese rato la pensión era su reino, eran dueños del mundo y del tiempo. A veces se acordaba de la gente que dormía en la pensión, a veces se olvidaba; a veces veía alguno en el tren y eso seguramente era lo que alguien estaba soñando en algún lado. Millones de personas dormían de doce a ocho y él trabajaba a esa hora y dormía mientras los otros trabajaban y dormía mientras en el otro lado del mundo alguien trabajaba el turno de noche en un hotel y no dormía como los demás de ese lado del mundo. En su casa agarró el zippo que le había regalado esa mujer y lo dejó en su escritorio, Santiago nunca había fumado y era un objeto extraño para él, no simpatizaba la bola ocho con las llamas pero era capaz de encontrar un encanto kitsch en el objeto y lo dejaba en su escritorio para mirar y pensar en otras cosas.

Mientras Raúl veía Superman en la habitación contigua, soñó con un video casero de su niñez, lo miraba a su papá que estaba del otro lado de la cámara y él desde la silla alta la imaginaba como una pistola, su mamá prendía las velas de cumpleaños con un encendedor zippo y el sentimiento era que había una pantalla con esa proyección de por medio, o que todo sucedía sobre la pantalla blanca, proyectado desde el aparato en la oscuridad. El tono ocre del Super8 cubría la escena como una manta que sugería la nostalgia, el pasado remoto y quizá hasta la ficción.

4.

Entró al cuarto de Santi haciendo puntitas de pie para no hacer ruido, quería mirar las cosas. Siempre había muchas cosas en su cuarto y él se metía a mirarlas mientras dormía. Siempre estaba durmiendo. Cuando él volvía del cole estaba dormido y después más tarde estaba despierto pero en su cuarto con los libros que era como si estuviera durmiendo pero sentado. Después Raúl se iba a dormir y cuando se despertaba estaba durmiendo otra vez, siempre durmiendo. Se subió a donde estaban los libros y encontró un metal con un fuego y se lo llevó a su cuarto con cuidado. Lo guardó con sus tesoros en el lugar que nadie conocía, y volvió a la tele. Estaba en propagandas y ya se las conocía todas y le aburría. Cuando había propagandas siempre miraba el aparato de video y veía los ochos parpadeando en la pantalla y pensaba en que en los números cuadrados del video se podían hacer todos los números sólo con un 8. Los iba imaginando mirando los ochos. 1, 2, 3. Sabía contar hasta diez como sus dedos pero los demás números todavía no los sabía. Miraba el video y a veces pensaba que si la tele fuera como el video podría hacer Fast Forward a las propagandas que eran aburridas. Después vino Santi y le empezó a preguntar sobre el metal y le decía que era un encendedor y que era suyo y que se lo devuelva pero Raúl se lo negaba y se lo negaba. Sabía que Santi no lo iba a encontrar porque estaba guardado en el lugar que nadie conocía. Santi no le dijo nada más y se fue. Nadie podía tocar sus tesoros.

5.

Prendió la luz y lo empezó a anotar en su cuaderno. Ana le dijo que estaba tardando mucho, que quería dormir, que ya le había dicho que si era muy largo que lo vaya a escribir en el estudio. Se puso un pulóver y se sentó en su escritorio para seguir escribiéndolo. Estaba en un laboratorio científico y trabajaba en división de células, agarraba las células que eran como pelotas de pool y ponía las manos de ambos lados e iba sacando las células de una especie de espejo, y al final era una sola célula, no lo podía expresar bien en palabras, era como si estuviera en Rewind porque en vez de sacar dos células de una, se unían dos células para formar una sola célula. En la pared del laboratorio habían imágenes de cintas de Moebius, y Raúl intentaba explicar lo que sentía al mirar esas imágenes, como si fueran una especie de opresión, como si lo acechaban en el trabajo y le decían que era mal científico, que nunca iba a poder conseguir que se dividan bien las células. Después había un ayudante que era Carlos Zanetti, uno de sus pacientes más perturbados, y el ayudante le pedía fuego para encender un mechero de Bunsen y él le daba el encendedor zippo que le había robado a su hermano de niño y había guardado por tantos años. Ese maldito encendedor que aparecía en todos sus sueños y siempre con el mismo peso y carácter, era quizá el objeto más simbólico que había tenido en su vida pero no entendía qué significaba ni por qué. Entonces él se sacaba la bata blanca de científico y se sentaba en un diván y comenzaba a contarle un sueño a su analista, que no era su analista sino que era su paciente Carlos Zanetti nuevamente, y Carlos Zanetti le interrumpía para decirle “Los murciélagos tienen alas de cisne y se cuelgan hacia arriba, viendo tu panza al revés. Yo estoy al derecho, dado vuelta estás vos.” Se acordaba de esas frases y las anotó. Mientras miraba distraído las hojas escritas, tenía pensamientos abstractos sobre Carlos Zanetti y las cosas que le contaba en las sesiones de terapia.

6.

Lo encontró en una caja con muchas cosas, en el garage de su padre que había fallecido poco antes. Lo reconoció al instante, el olor eran muchísimos olores, muchísimos recuerdos. Quizá lo recordaba más grande aunque había visto millones de zippos en su vida y sabía que eran todos del mismo tamaño. Pero éste era más grande y el olor a bencina era diferente a los otros olores a bencina. La bola de pool le abría una dimensión de recuerdos y de pensamientos nítidos. Su padre mirando y mirando el zippo, abriéndolo y cerrándolo en sus manos, perdido y alejado en su enojo y su decepción. Los ruidos click, click, particulares, únicos. No había otra cosa como ésa y era de su padre. Cuando podía lo usaba pero lo tenía prohibido. Después cuando se fue su mamá lo dejó de ver y era como si lo hubiera olvidado. Ahora lo tenía en sus manos y se maravillaba por el poder del objeto, el objeto de metal proyectaba toda una visión de las cosas, enumeraba una serie de recuerdos; insinuaba que el pasado no había terminado, o sólo que había existido alguna vez. Lo llevó a su casa y se lo mostró a Camila, que trataba de entender el zippo pero no podía. Como si fuera un libro en un idioma que no sabía, con letras jamás antes vistas. Y de algún modo le molestaba no poder leer el zippo y el dibujo y los colores, el amor que tenía por Carlitos le obligaba a leerlo pero cómo. Era una forma de celos, Carlitos siempre metido en su mundo de oscuridades y símbolos. Carlitos era incapaz de abrirle eso y ahora iba al sicólogo que le quería dar unas pastillas para que no esté tan solo todo el tiempo. Cuando Carlitos volvía de ver al sicólogo le contaba a Camila que otra vez no le había podido contar lo del zippo, que otra vez no había podido. Y ella no podía entender las vueltas que daba y trazaba el zippo, por qué se inflaba tanto de importancia y cómo podía ser un problema tan serio. Carlitos empezó a ir todo el tiempo a la casa de su padre a buscar objetos y a pensarlos. Encontró unas cintas de Super8 y se obsesionó con verlas, las mandó a un lugar que las pasó a DVD para poder verlas en su casa. Una era del cumpleaños de su padre. Su padre está en la mesa y hay algunos regalos. Están sus abuelos y detrás de la cámara por las cosas que van diciendo Carlitos asume que está su madre. Después de soplar las velas empieza a abrir los regalos. Abre el de su madre, es el zippo con la bola 8 y el fuego. Su padre se alegra mucho, obviamente hay alguna interna imposible de rescatar. Mira a la cámara y dice gracias, se acerca y se esconde en la cámara para darle un beso, después se agacha y la cámara lo sigue, su madre se filma su propia panza de embarazada y su padre besa la panza. Dice gracias Carlitos, gracias Nora.

Gracias, Nora. ¿Quién es Nora? Su madre no se llamaba Nora. Se había ido de la casa cuando él era chico; tenía recuerdos muy borrosos, pero se llamaba Sandra, siempre había oído Sandra. Después vino su abuela y le sacó la cámara que se giró y ahí estaba la mujer, totalmente desconocida, besándose con su padre, veía la panza y adentro estaba él.

7.

Se quedó sentado en la mesa de la cocina, miraba los dibujos de Escher en la pared que se identificaban y se entrelazaban con sus pensamientos. Prendió un cigarrillo y se detuvo en su encendedor. Vio el número, vio la forma, pensó en Escher; Nora se había ido y él sentía que esto ya había sucedido, que iba a suceder un millón de veces y seguramente sería por su culpa. El bebé lloraba y Nora se había ido. Era curioso cómo hasta ese momento Nora y el bebé eran una sola persona, Nora ya no estaba pero estaba esa parte de ella. El bebé lloraba y Carlos prendió otro cigarrillo.

8.

Se lo sacaba para copiar el dibujo. Ahora que era más grande era más fácil sacarle el encendedor a Papá. Copiaba el dibujo y ya se sabía el número. El ocho se dibujaba con una sola línea y después hacía dos círculos más y ya tenía la pelota negra y el fuego era más difícil pero a veces le salía bien. Le gustaba el olor a fuego del encendedor y una vez soñó que el fuego de sus dibujos era de verdad y se quemaban los papeles y después se iba quemando todo hasta que se despertó con miedo y llorando y fue a dormir a la cama de Mamá y Papá pero estaba sólo Papá y estaba sentado en la cama mirando para abajo y no le contestaba, como si estuviera dormido, tenía los ojos abiertos pero no le contestaba y él le rogaba llorando que le hable porque tenía miedo y se quería despertar porque era como una pesadilla y no se podía despertar.

5 comentarios:

Mikel dijo...

casualidad que noté después: hoy, día que finalmente me senté a corregir este cuento que empecé hace mucho, pensando el título digo bueno 7+1 y lo publico hoy, día, cómo no, 17.

miguel me dice que en italia el 17 es como el 13 de acá.

Mateo dijo...

Me caigo y me levanto! Está buenisimo Mikel. Tiene eso que hace Carver, de que la trama esté en los detalles, y todo muy aboitiz. Es exelente, te felicito.

PD: el culo te abr8.

Mateo dijo...

hice la encuesta y en todas vote a menenm, que en el espejo se lee menem. Parecido a nem.

Mikel dijo...

Tú lo has dicho, Menem al revés es meneM.

gracias matu, no leí a Carver (¿el de ciencia ficción? tiene un blog)

tu nombre al revez podría ser unas siglas o un presidente/dictador de algún país africano... o alguien del fútbol.

Anónimo dijo...

muy muy bueno.