lunes, 30 de abril de 2012

Huellas





La bicicleta la tenía de antes de mudarme a la casa de mis tíos. Después ya viviendo con ellos la seguí usando con las rueditas por bastante tiempo. La usaba cuando podía, por los pasillos del departamento cuando no había nadie o en la plaza las veces que me llevaba mi tía. Supongo que ya estaba grande para las rueditas porque un día después de comer mi tía hizo un comentario sobre el tema que terminó en una discusión un poco violenta me acuerdo. Después al par de días mi tío me llevó a la quinta de un amigo suyo en provincia, no sé por dónde era, y ahí iba a aprender a andar sin rueditas. Cuando mi tío sacó la bici del auto se dio cuenta de que no había traído ninguna herramienta para sacar las rueditas, y se tuvieron que poner a buscar ahí en la quinta, que tenía un tinglado ahí a la vuelta de donde estábamos. Ahora me parece increíble pero en todo el taller ese no había una sola herramienta para sacar los tornillos de las rueditas… o quizá estaban oxidados y no los podían sacar. Cuestión que terminaron enchufando la amoladora y cortando las ruedas así a lo bestia. Pero los tarados creo que ni limaron los fierros o lo hicieron mal, porque en la primera caída de la bici ya tenía todo el pie lleno de sangre. Los puntos me los pusieron ahí en el hospital de donde estábamos. Me acuerdo que llevaba un tiempo sin pensar en mis viejos y esa tarde pensé en ellos sin parar, en la cama a la noche la pasé mal, mucho peor que al principio. Me duró un rato eso, fue como que ahí entendí.
¿Y aprendiste a andar sin rueditas?
Sí, ¿me pasás el agua? Aprendí ese verano, en Mar del Plata. Pero con otra bici, una nueva que me compraron.
¿Y ésta?
Ésta me la hice cuando estaba con mi ex todavía. En Brasil fue. Estábamos viajando por ahí un verano, habíamos recién llegado a una playa en la que nos íbamos a quedar bastante tiempo. Era en una zona totalmente virgen, una playa lindísima que nos habían recomendado unos de ahí. Tuvimos que caminar una bocha para llegar. Fuimos con la intención de quedarnos un rato, teníamos un montón de comida, un montón de vino, una piedra así de faso y un bloc grande de papel de dibujo. Pero el primer día que llegamos, llegamos un poco tarde, y estábamos juntando leña y ya no había mucha luz, y me clavé unos fierros que estaban por ahí tirados.
¿Cómo unos fierros?
Sí, no sé, no había nada en el bosque ese. Pero en un lugar había una pila de varillas de construcción todas dobladas que salían para cualquier lado y yo como no veía nada me tropecé ahí y me clavé una acá y también acá en el tobillo, mirá, creo que no se ve tanto.
Ah sí, ¿esto, no?
Sí. No eran profundos ni nada, pero era muy incómodo, no me podía mover mucho, porque además el tobillo me quedó un poco esguinzado o algo, estaba todo hinchado. Por suerte Viole había insistido en llevar cosas de primeros auxilios y estuvo todo bien. Pero esos días fueron raros, porque cuando nos despertamos al día siguiente, había crecido bastante la marea, y algunas de nuestras cosas ya no estaban. Nada importante, excepto el bloc de papel. Viole se quería matar, lo único que quería hacer esos días era pintar. Yo estaba todo el día tirado, ella se metía al agua y hacía algunas caminatas, dibujaba en la arena o quizá armaba alguna escultura o algo, pero más que nada lo que hicimos fue hablar, hablar todo el tiempo. Nunca habíamos hablado tanto. Y ella estaba irreconocible. Bueno, tampoco nos conocíamos tanto, pero ella no era muy de hablar, de contarte así cosas sobre su vida y eso. Pero esos días, creo que era como abstinencia creativa o algo, no paró de salir con las historias más bizarras, de cuando era chica, de no sé qué ex novio, de sus abuelos. Todo lo que me contaba era raro, parecía inventado. Yo por dentro pensaba ¿quién es esta mina, viste? Y dudaba mucho de las historias, eran demasiado rebuscadas, y no parecía que historias así podían formar una chica como ella, no sé.
¿Qué historias?
No sé, historias jevis, de cosas que le habían pasado de chica, o que había visto en casa o en algún lado. Me acuerdo de una que era que su vieja una vez que estaban comiendo solas, de muy chica, puso un montón de cuchillos sobre la mesa y le preguntaba cuál usaría para suicidarse, cuál para matar a su papá, y cosas así. Yo la conocía a la vieja, no sé, era una divina.
¿Era mentira decís?
Seh.
¿Y no le decías nada?
No sé, no. Al principio no sabía si creerle o no, o qué creerle y qué no. Y me contaba cosas sobre mí también. De veces que había estado con amigos míos, de veces que me había mentido, de veces que había tirado cosas mías porque no le gustaban, no sé, cualquier cosa. Que una vez en mi casa mientras yo dormía había invitado al barrendero y le había hecho un tour de la casa, hasta de mi cuarto. Cualquier cosa. ¿Te imaginás? Me pasé todo el resto del viaje pensando, cuando volvemos a Buenos Aires le corto. Pero sólo porque no le creía nada de lo que me había dicho esos días, no tenía sentido. Estaba seguro de que estaba mintiendo. Apenas consiguió papel para pintar, cuando volvimos a Paraty, volvió a ser como antes, no sé, fue muy extraño todo eso. Ahora lo cuento y parece absurdo. Después cuando llegamos no le corté, y estuvimos bien un rato, y esos días eran como un tabú. Pero a mí me re jodía, y un día lo estuve pensando bastante y decidí que no podía estar con ella, era demasiado oscuro, tener ese recuerdo ahí. Y ella no me puso nada de resistencia, creo que porque no quería hablar sobre eso. Fue todo muy raro, estuve re mal después de cortarle, y me sentía medio culpable también, de enterarme que tenía ese mambo y no tratar de ayudarla o de confrontarla. Quizá la podía ayudar, no sé. Porque además teníamos muy buena relación, aparte de eso. La re quería.
—Qué loco. ¿Y ésta cómo te le hiciste?
Esto me lo hizo un amigo con una flecha, cuando teníamos trece o catorce.
¿Una flecha, tipo arco y flecha?
Sí, arco y flecha, sí. Hacíamos tiro al blanco en su casa. Él se había leído el libro de Zen en el arte del tiro con arco, y se compró las cosas. Y él medio que me daba clases. Primero me tuve que leer el libro. Toda nuestra relación era un poco alumno-maestro o lo que sea.
¿Y te disparó?
Sin querer. Dijo que fue sin querer. No fue muy fuerte, igual.
¿Vos le creíste que fue sin querer?
En el momento no estaba seguro, a veces pensaba que sí, que tenía que haber sido sin querer, otras veces estaba seguro de que había sido a propósito, después volvía a dudar. No sé.
¿Por qué?
Y… teníamos un relación medio rara, medio complicada. Era gay él.
Ah.
Y yo con él, medio que también.
¡Aaah!
Pero sólo con él, no sé. Yo sabía que me gustaban las mujeres, estaba pero recontra seguro. Pero con él tenía una relación muy intensa, lo admiraba un montón, estaba medio obsesionado, y él como le gustaban los chicos me hacía pases y yo se la seguía. Pero sabía que era cualquiera, porque yo quería estar con minas, pensaba siempre en minas… y en él. Pero lo de él era otra cosa, no sé, platónico o lo que sea.
¿Pero disfrutabas?
No sé... sí y no. Disfrutaba porque era él, y porque estábamos descubriendo todo el tema del sexo y eso. Pero también me daba un poco de rechazo, especialmente después, pero durante un poco también. Pero no tipo una culpa de católico, era que realmente no me gustaban los chabones. Yo no quería que sea así la relación, pero medio que las reglas las ponía él, pero no así de forma autoritaria, se daba solo, no sé, no era para nada violento él. En todo caso yo era demasiado sumiso, no sé.
¿Pero no te dio un flechazo?
—Sí, pero no si fue a propósito. Pero justo coincidió con una época en la que yo me estaba tratando de despegar del tema sexual con él. Bueno igual no era sexo sexo eh, o sea no cogíamos. Nos hacíamos petes y boludeábamos y eso, pero nada más. Teníamos como trece años. Y yo quería parar de hacerlo, porque en realidad no me gustaba, pero no lo quería dejar de ver, creo que ni habría podido, entonces trataba de explicarle pero él no sé, no era muy empático digamos. Supongo que pensaba que yo me estaba reprimiendo nomás. No conocíamos a muchos gays nosotros.
No parece tan copado el pibe.
¿Cómo?
Y, digo, que decís que tenían toda una relación platónica, que lo re admirabas, pero parecía medio forro, si no te quería entender con ese tema, y después encima te da un flechazo, no sé.
No sé si fue a propósito.
Pero dudás.
Sí, siempre dudé. Pero vos no lo conociste a él. Si lo hizo a propósito, fue para ayudarme, no para lastimarme.
¿Cómo?
Y, si lo pensás desde el punto de vista del Zen, darle un flechazo a alguien no es necesariamente un acto de violencia, de maldad. La violencia no existe, tampoco los actos, ni las flechas. Pero a la misma vez no hay nada más real que esas cosas, no hay nada más real que una flecha o un flechazo. En el momento correcto un flechazo puede ser una descarga potentísima de realidad, como una epifanía. Sentir la punzada esa, ver la sangre y pensar es esto, está todo a, ¿viste? Él con una flecha me podría estar diciendo un millón de cosas re poderosas, cosas que con el lenguaje hablado no se pueden decir, y a la vez tratar de como hacerme despertar, de ver que él estaba ahí, que era él, nosotros dos, ¿viste? Además fue flojito, él sabía que no me iba a lastimar demasiado.
¿Pero entonces por qué te dijo que fue sin querer?
Eso es lo que me hace dudar. Quizá después de hacerlo se arrepintió, o pensó que yo no lo iba a entender. O se dio cuenta por mi cara que no había entendido, no sé. Éramos chicos también, y no es que era Jesucristo el chabón, era bastante bastante genial, tampoco para ser un iluminado en todos y cada uno de sus actos, así de adolescente, medio enamorado, todo eso. Tenía sus mambos el pibe. O quizá se le disparó sola, puede ser también… Bueno, igual, Cristo también tenía sus cosas de pendejo. En los textos apócrifos cuentan cosas de su infancia que son re zarpadas. Tipo que viene un nene corriendo y se choca con él y Jesús se calienta y le dice, no seguirás tu camino, y el nene cae muerto.
Jaja, ¿en serio?
Sí, posta. Son buenísimos los evangelios apócrifos. Creo que los tengo por ahí.
¿Y después qué pasó con tu amigo, cómo se llamaba?
Se llamaba Demián pobre.
Es lindo, ¿por qué pobre?
No, nada. Estee, se fue a vivir a Japón cuando terminamos el colegio. Nunca volví a escuchar nada. Siempre decía que se iba a ir, y se fue. De vez en cuando pienso en él. Debe estar en algún monasterio tirándole la posta a todo el mundo. O quizá no, queseyó.
Qué loco. ¿Y nunca más volviste a estar con un pibe?
No.
¿Y tenés más cicatrices?
A ver, así que tengan una historia, no sé. Tengo todas las chiquitas de las manos de cuando hacía escultura, pero no hay ninguna historia.
¿Nunca vas a volver a hacer escultura?
No sé, ojalá que sí, pero tiene que venir solo.
¿Cómo venir solo? Sos vos el que se tiene que poner.
Más o menos. Yo no sé cómo empecé a hacer escultura, cómo llegué a eso, las cosas se fueron dando y de repente estaba ahí. Cuando estás ahí pensás todo en términos materiales… convertirte en escultor, en escultor puro digamos, es el proceso por el cual cada vez pensás menos en ideas, conceptos, esencias, o cualquier cosa así, y sólo pensás en elementos, en formas, densidades, texturas. En el material. No hay nada más. Ese proceso, no sabés cuándo empezó, obviamente no la primera vez que te ponés con el material a hacer una escultura, porque fue tu preocupación por el material lo que te llevó ahí. Y después te empezás a acordar que cuando eras chico te fascinaba la forma de los caracoles, que coleccionabas huesos y piedras, que podías embobarte mirando una mezcladora de cemento, esas cosas. Y me imagino que cuando realmente llegás a la plenitud de ese tipo de razonamiento, o mejor dicho, esa manera de relacionarte con el mundo, entendés realmente que vos tampoco sos más que materia, que fueron razones materiales y no espirituales o intelectuales o emocionales o lo que sea que te llevaron a hacer tal o cual cosa, tal o cual objeto. Que fue el material el que se preocupó por vos y llegó a vos. No es preocupar la palabra… atracción… no sé. Y la materia te transforma a vos tanto como vos a ella, ¿viste? No te digo que te transforma el alma o lo que sea, que bueno, también, pero en el nivel más básico, te curte la piel, te da cicatrices. Ahora la materia me tiene más alejado… no hay mucho que pueda hacer al respecto.
No sé si me convence mucho el argumento. Obvio que está la materia, el mundo físico que desde fuera se relaciona con tu cuerpo y se le impone y le da forma, pero tu cuerpo, todo lo que tiene vida, también es algo que sale de adentro, de sí mismo. Hay una fuerza interior que te empuja a hacer tal o cual cosa, no me digas que no. Y te lleva a hacer escultura la fascinación por el material, pero también hay algo que querés expresar, una experiencia estética que querés compartir, no sé.
Sí, obvio, el escultor puro no existe, es imposible. Pero hay algo de eso que te digo. No sé. ¿Vos qué cicatrices tenés? No tenés muchas.
¿Apendicitis? Jaja, no sé, no, no tengo muchas… Ah… bueno… tengo ésta.
Ah, sí, me encanta. ¿Cómo te la hiciste?
Esteem, me la hice yo. Con un cuchillo.
¿Posta?
Sí, pero fue hace mucho eh, y no me hice nada más, fue eso nomás.
¿Por qué te hiciste eso, tonta?
Y, no sé, estaba muy deprimida. Fue hace bastante igual, no adolescente, pero por ahí.
¿Deprimida? No te lastimás por deprimida, ¿no? Es otra cosa.
Sí, puede ser, porque no era onda suicidio. ¿Angustia, ansiedad? No sé. Tenía ganas de que pase algo, de pasar a otro momento de mí misma, no sé. Tipo probar otras experiencias, o algo así, pero suena muy estúpido dicho de esa manera. Fue raro además, porque yo antes de cortarme, armé toda una situación, de esperar a estar sola en casa, de desnudarme en el baño, nosequé. Estuve un montón de tiempo preparándolo, varias semanas sabiendo que lo iba a hacer. Y antes de hacerlo, como que me imaginaba que era el principio de algo, que después me iba a seguir haciendo cortes y cortes, no sé. Pero no tipo en las venas, no era ni en pedo eso, y no quería que nadie me lo vea. Por eso me lo hice ahí. Creo que pensaba que me iba a gustar, que me iba a dar algo. Quizá buscaba algo así como lo que vos decías del Zen, del flechazo… Pero ni ahí. Apenas me lo hice me arrepentí. Y me sentí una repelotuda, y lloré como una hora. Pero de algo me sirvió, no sé. Pasé un poco la página después de eso.
Qué loco, no te veía en esa, ni en pedo. La cicatriz me encanta igual. Te podrías hacer más.
Callate que sos la primera persona que le cuento eso.
¿En serio?
Sí, a Mario, mi ex novio, me preguntó una vez, y le dije cualquier cosa. ¿Es raro, no? Estuve un montón de tiempo con él. A vos te conozco re poco, pero no sé, es distinto, no sé cómo explicarlo. Es raro cómo te entendés con alguna gente… y quizá ni sabés por qué. Creo que él era más parecido a mí, no sé, de tener más cosas en común y eso… quizá es verdad eso de la materia, que es puramente físico, que las palabras no llegan.
Vení acá, materia. Que te cuento una cosa.


 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

del 1 al 10, que tan real es este dialogo?
justo estoy grabando gente que habla y escribiéndolo y hay como algo de las conversaciones... está bueno.

me copa la historia de la novia que dice cosas rarísimas en brasil. y la de la flecha, tambien. y asi.

Mikel dijo...

cero. bueno 1 por presentarse no?

me parece genial que grabes. pasate algo.