jueves, 6 de noviembre de 2008

Ora la pluma, ora la espada

Sentado en un banco de piedra, escribo lo que Usted lee. Tengo lo siguiente en mente: Dentro de una cantidad determinada de tiempo, la civilización llega a un punto tal en el que ya no se profesan –ni se recuerdan– las armas. Pienso que quizá para hacerlo más interesante podría introducir algún personaje y reducir el espacio del narrador mediante diálogos. Quizá algún compañero de la facultad. Usted me mira con cara de nada y yo le sonrío, pero no a Usted sino a un amigo que acaba de salir de una clase y camina en mi dirección. La casualidad de que él se me acerque en la realidad justo cuando pensaba introducir un personaje en el relato que estoy escribiendo me hace cosquillas. Mi amigo me cuenta sobre un nuevo trabajo que tiene de redactor de cultura para un periódico. Busco un café y te sigo contando. Yo no dije eso. Lo dijo mi amigo, que ya no está. Yo sigo de redactor para Usted. Cuando se acercó mi amigo detuve la música que estaba escuchando y ya no la volví a reanudar. Ahora escucho los ruidos de fondo. Uno de ellos es un profesor dando clase. La estructura del título es de Caballerías, pero inmediatamente transporta el texto a otro nivel y, así, se transporta a sí mismo a otro nivel. No es un caballero, (recuerden que lo armó caballero un ventero para deshacerse de él), no sabemos muy bien por qué lo de ingenioso (término complejo por posibles connotaciones; nos ubica y a la vez desubica en el contexto), su nombre rima con estricote, pipote, y bobote y, por último, es natural de un lugar –tan cercano, física y conceptualmente, al lector como lejanos son Gaula o Boecia– famoso por sus quesos viejos y el carácter basto de su parla castellana. Tal es el poder de la desautomatización. Ahora sabe Usted por qué no me gusta escribir en la facultad. Demasiadas digresiones, demasiados libros abiertos, gente que pasa que conozco, como Usted o como mi amigo; pasa uno de los del sindicato de estudiantes pidiendo firmas; muy poco literario. A mí lo que me interesa es narrar la historia ésta. Dentro de una cantidad determinada de tiempo, la civilización… Dentro de una cantidad determinada de tiempo, la civilización será un mero desdoblamiento ideologizado de las noticias que salen en los periódicos. ¿Entiendes? Mi amigo sostiene las hojas grises en la mano y me mira con una furia ironizada que comprendo sutilmente. Será al revés, ¿entiendes? Quizá ya haya sucedido y no nos hayamos dado cuenta; pero en el futuro será tan diáfano como el agua. Nosotros seremos la interpretación de los diarios. Los diarios serán la realidad y nosotros seremos los encargados de tergiversarlos ideológicamente y viviremos así. Se le escapa una sonrisa. No a mi amigo, sino a Usted. Mi amigo está tan serio como Amadís de Gaula. Pero no cree lo que dice; no creo que lo crea. Al menos yo no creo lo que dice. La literatura era profundamente alegórica, como mínimo desde sus orígenes bíblicos. Cervantes emprende un proceso de desalegorización literaria al introducir la realidad en la literatura. Somete todas las formas literarias anteriores a la prueba de la realidad; introduce el tiempo y el espacio, conceptos que necesariamente rompen consigo mismos en el proceso, el texto asume la lucha de tiempo y espacio. Desde el momento en que todos los géneros literarios aparecen en el Quijote, nos vemos obligados a estudiarlos. ¿Cómo los trata? ¿Qué persigue? Si confiamos en el prólogo cervantino, el autor tenía como fin acabar con las formas literarias vigentes, formas que habían sufrido una decadencia certera, tanto moral como (y tanto más importante) literaria. Es menester apreciar la capacidad del autor de acabar con el mismo género literario en el que la obra, formal y estructuralmente, se inscribe perfectamente. Cervantes no necesita recurrir a la destrucción física de los libros que deseaba finar, como lo intentaba la Iglesia, con muy escasos resultados. Él tenía una herramienta muchísimo más efectiva: su pluma. Es para la sección cultural, quieren que escriba reseñas muy personales (palabras exactas) de libros contemporáneos. Pero ¿qué significa contemporáneo si el tiempo es circular y todos los libros ya fueron escritos? Creo que la primera va a ser sobre El asno de oro de Apuleyo. Ahora mismo el tiempo y el espacio de todo el universo coinciden con el cambio de clase, o ¿cómo vas a explicar toda la gente que está saliendo de clase y llenando el patio con sus pisadas y humo de tabaco? Mi amigo es el tipo de cínicos que a cada rato dice alguna cosa sobre el tabaco. Ahora, por ejemplo, estoy fumando y no puedo evitar pensar en todas las veces que alguien utilizó esas palabras para referirse a una situación totalmente adversa a la que sugieren las palabras. Todos estos estudiantes entre clases, ¿están fumando o no? A mí lo que me interesa es la gente que no está fumando y que aún así tiene la posibilidad de decir “estoy fumando”, o de decir esto no es un estricote, pipote. Intento hablar pero me calla con un dedo y sigue. Me interesa la gente que puede usar la palabra estricote sin saber lo que significa realmente o que puede grabar un poema caballeresco en la corteza de un árbol; no existe el caballero y por ende no existe el poema ni el árbol, por más que los pudieran hallar enteros y que se pudiesen leer después que a él allí le hallaron. Me interesa saber que el cambio de clase me corresponde y que tengo la opción de irme a clase ahora mismo. Nos saluda a mí y a Usted y se retira en silencio, sin darme tiempo de réplica. Poco a poco la gente se va yendo, el claustro cobra una personalidad más sigilosa, íntima, y después de una cantidad determinada de tiempo la civilización llega a un punto tal en el que ya no se profesan –ni se recuerdan– las armas. Me distraigo con la voz de una profesora. Todas las crónicas de Indias, desde la primera hasta la última, se rigen bajo el providencialismo. La conquista es designio de Dios, Colón fue elegido por Dios para llevar a cabo la conquista. Los cronistas toman como señal el hecho de que Colón haya tardado exactamente treinta y tres días en llegar a América y no falta quien le encuentre alguna etimología divina al apellido del viajero. El Inca Garcilaso de la Vega alega que los incas tenían una fe cristiana latente que pudo brotar con la llegada de los españoles. Guaman Poma de Ayala, en cambio, afirma que había cristianismo en los Andes previo al imperio Inca, pero que los incas destruyeron todas las pruebas. Ante el hecho del descubrimiento de un nuevo continente, los cronistas vuelven sobre la Biblia ya que era imposible que Dios se haya olvidado de una porción tan grande del universo. Así, se llega al extremo de decir que Salomón estuvo en América y que sus referidas islas míticas de Ofir y Tarsis eran La Española (actual Santo Domingo) y el Perú, respectivamente. Y no sucede sólo con la Biblia sino con todos los clásicos. El nuevo continente les sirve para confirmar la antigüedad. Francisco López de Gómara (confesor de Cortés) razona que la Atlántida platónica es en realidad México, basándose en el hecho de que atl en su lengua significa agua. Usted se encuentra dentro de la civilización precisamente en este contexto histórico. Usted ha olvidado totalmente las armas. Usted vive en un mundo en el que la agresión física es obsoleta, jamás un padre le levantó el puño a su hijo, ni un país invadió a otro, ni un niño le tiró piedras a un gato. Me distraigo con la voz de una profesora. A la par que un declive absoluto de las armas, la civilización es protagonista y testigo de un proceso de perfeccionamiento de la palabra, tanto oral como escrita, sin precedentes. Aquí es donde la cuestión se pone jugosa. Inimaginable es para nosotros el grado de especificidad y matiz que se logra, el auténtico auge del poder de la palabra. Pero no es inimaginable para Usted, ya que Usted se encuentra en la civilización precisamente en este contexto histórico. Para Usted esta es una mera descripción anacrónica y vaga de su situación actual. Pero Usted es precipitado y no se da cuenta que el tiempo irá pasando, y el tiempo de narración, y el tiempo histórico; Usted podrá conocer su futuro. A Bartolomé de las Casas le hablaban los indios sobre dos diluvios, el que hubo y el que vendrá. El diluvio es un mito universal, con lo cual cabe pensar que históricamente hubiera habido un diluvio pangeográfico dentro de las proximidades temporales del recuerdo remoto de un pueblo, cualquiera sea su origen. En el Popol Vuh conviven tres tiempos; el lineal, el más simple para nuestra cognitiva, pero también el simultáneo y el circular. Con la quema de Utatlan, evidentemente de mano española, viene el éxodo de sus habitantes; uno de ellos tiene aprendido de memoria el Popol Vuh (que, como les he dicho antes, significa palabra de la comunidad). Aprovecha la grafía cristiana para transcribir la obra desde su quiché oral (lengua que nunca había conocido más que el jeroglífico, hoy indescifrable) a una escritura fonética. El Popol Vuh cuenta el pasado del pueblo quiché, el presente del pueblo quiché y, también, cuenta el futuro del pueblo quiché. Por el pasillo se vislumbra a contraluz la silueta in crescendo de una compañera que se acerca paulatinamente a mi banco. Usted está leyendo en voz alta de un tomo grande, con hojas finas y letras muy pequeñas: Onze días a la par que un año deberá vuestra merced tomar el camino de Septentrión, ora a caballo, ora al ritmo de los vuestros hinojos, puesto que con toda seguredad deberá complir una tercia parte caminando por peligros riscos y medrosos pasajes, para alcanzar el pago que aquí refiero. Procure de haberse de muchos bastimentos y no se detener por cosa alguna, sobro todo en encontrando bárbaros de aquellos, que no todos son dispuestos al designio de Dios que muchos dellos son caníbales y de mucho les valen cristianos corazones para sus ritos y hechizerías. No le hará de poca falta una lengua que hable en cristiano que mediante él podrá vuestra merced defenderse de las tribus peligrosas y luego en llegando a su destino le servirá para aprehender y delectarse con los muchos y muy fabulosos fenómenos de la manera de hablar de estas criaturas de Dios, que ningún peligro le causarán a vuestra merced puesto que ya están bien enseñados en las gracias y maneras de Dios y del buen cristiano. Sírvale a vuestra merced el ejemplo antes dado por ésta mi pluma; aquella sobre el tipo de verbo por ellos usado que, en lugar de dar seña de la acción llevada a cabo, paresce referirse de todo lo contrario. Esto es, en diciendo solamente una palabra, espresan todas las acciones que no fueron sucedidas en aquel momento. Es una señora mucho mayor que yo, con la cual suelo tener charlas muy divertidas, sobre todo por sus altos niveles de apasionamiento que, a menudo, son sumamente contagiosos. Le da fuego a un porro que traía armado y comienza a contarme una idea que se le ocurrió anoche. Es así en plan futurista, ¿vale? Se me ocurrió tras una reflexión sobre el movimiento feminista que, por suerte, he visto crecer tanto estos últimos años. (Recuerda que yo me crié con El Caudillo). Dentro de una cantidad determinada de tiempo, la civilización llega a un punto tal, ¿justo esas palabras vas a usar? interrumpo. Usted no me lo va a creer. Mucha casualidad. Pero ella me mira con cara de indescifrada y decido contarle la coincidencia después. Entonces, llega a un punto tal en el que el sexismo es enteramente cosa del pasado, además de la total carencia de violencia física de cualquier tipo. La diplomacia es absoluta, todo se resuelve mediante discursos, debates, sindicatos, reuniones, ofertas, contraofertas, etc. Nadie sabe lo que es un puño cerrado, nadie lo que significa linchar, nadie lo que una violación. Ya sé lo que va a decir Usted pero prefiero calle por ahora. Que a mí las casualidades me gustan mucho. Esto implica que el uso de la palabra evoluciona de una manera inaudita, fácil es explicarle a un niño las raíces cuadradas a los tres años, la física cuántica se da en primaria. Todo esto no porque la gente sea más inteligente, sino porque todo está mucho mejor explicado. El concepto de paradoja binominal es de una simpleza rayana con lo grotesco y se opta por entretener el coco con una especie de mezcla entre la paradoja y el silogismo en la que se presentan series de ocho cláusulas, cada una deducida de la anterior, y se forman contradicciones tridimensionales que, a la vez, se van anulando cada vez que se pronuncia la próxima cláusula, hasta el momento en el que, por una estructura “circular” se vuelve, forzosamente, al principio. Esto me lo voy inventando con la marcha asique no le busques sentido. Lo importante es lo siguiente: le da una última pitada al porro y me lo pasa. Yo fumo un poco y se lo paso a Usted. Lo importante es lo siguiente: Ya sé sobre qué va a ser mi primera reseña, me dice mi amigo desde atrás. Mi amigo, al que no había escuchado llegar, es solamente una voz, está justo atrás mío y yo decido dejarlo así. Siento que me están dictando un relato. Lo voy a hacer sobre un libro que se ha escrito dentro de diez años. Contemporáneo ni contemporáneo. ¿Qué es contemporáneo? Algo escrito hace diez años, lo consideran contemporáneo, ¿no? ¿Entonces por qué no algo escrito dentro de diez años? La distancia hacia el presente es la misma, si fueras a dibujar una línea de tiempo –a escala– ocuparía la misma cantidad de cuadraditos para un lado que para otro ¿O contemporáneo, que existe en el mismo tiempo, es solamente lo que está pasando ahora mismo? Está decidido, voy a reseñar, de manera personalísima (es decir, la voy a destrozar), una obra escrita dentro de diez años. Del paraninfo sale una melodía coral acompañada de un órgano de viento que, agregada a la arquitectura nostálgica del edificio, da un aire anacrónico que me permite plantearles a mis amigos que quizá estemos en el pasado. Se ríen de mi pretenciosa simpleza. Mi amigo se retira en silencio, sin que yo me entere. Nunca se terminó de sentir cómodo con la otra (siendo totalmente sincero, creo que tampoco se terminó de sentir cómodo con Usted). La otra reanuda su explicación. Lo importante es lo siguiente: ante la total inactividad de la violencia, la mujer (como colectivo) gana un poder extraordinario ante el hombre. Cuando acudir a la violencia es inconcebible, la mujer se muestra exponencialmente superior. Entonces pasa esto: uno de los gatos que anda siempre por mi facultad. El que la falta un ojo. Tiene un solo ojo y con el que no tiene me mira como sabiendo algo, como si viéndome a mí mirase en realidad un espacio vacío ocupado por los años. Entonces pasa esto: La mujer comienza a esclavizar al hombre. Siempre mediante la palabra, lo manipula de tal manera que resucitan palabras como violencia, agresión e incluso linchamiento. Todo por la vía oral, por supuesto. Así, el hombre se convierte en un objeto sumiso, predispuesto y vulnerable a las violaciones dialécticas del sexo opresor. ¿Qué te parece? Quizá al final un hombre, ante la profunda frustración diaria, le termina pegando un golpe a su mujer y así despierta revolucionariamente una herramienta humana tan caída en desuso. Quizá el primer golpe se lo da un hombre a sí mismo, entre lágrimas catárticas de indignación y recién el segundo paso es el ataque a la otredad, comenzando un efecto bola de nieve; siempre se dijo que las modas se repiten. Recién ahora decido contarle a ella mi idea. Pero ya no parece tan raro que los dos hayamos pensado algo tan parecido, ni siquiera que haya empezado usando las mismas palabras, y las mismas que usó mi amigo para introducir tan diversa materia. Todo parece tener sentido. La mía es muy parecida, pero sin el moralismo sexista (se ríe), y un poco más violenta. En la mía la agresión dialéctica se vuelve una herramienta tanto o más efectiva que la física. Un hombre puede matar a otro hiriendo mucho sus sentimientos. A través de altoparlantes se destruyen pueblos enteros. Los suicidios a veces son accidentales, producidos por una profunda reflexión auto flagelante. Pero creo que me la copié de vos a la idea, le admito. Al principio no me daba cuenta. En este punto Usted se gira y comienza a contarnos una muy increíble casualidad (pero en un momento se detiene y me pregunta ¿estás escribiendo todo lo que voy diciendo?) Eso ponlo entre paréntesis.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Silogismo Cortés*


SI sacrificar personas es inhumano
Y los aztecas sacrificaban personas,
ENTONCES, los aztecas eran inhumanos.
SI "PERSONA" Y "HUMANO" SON SINóNIMOS, los aztecas no sacrificaban personas
, puesto que eran inhumanos.
ERGO, los aztecas no eran inhumanos, ya que no sacrificaban personas.
DE ESA MANERA, los aztecas sí sacrificaban personas;
PERO sacrificar personas es inhumano.
Y los aztecas sacrificaban personas.
DE LO CUAL SE CONCLUYE QUE los aztecas no eran humanos.
PERO si no eran humanos, no sacrificaban personas.
Y PUESTO QUE no sacrificaban personas, no eran inhumanos.
SI NO ER
AN INHUMANOS, eran personas.
ASÍ ES QUE los aztecas hacían sacrificios humanos.
Y los sacrificios humanos son inhumanos.
Como los aztecas.

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* No confundir con amor cortés - courtly love.*
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* No confundir con Courtney Love.*
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* No confundir con la puta de la esquina.*
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* No confundir con Hernán Cortés.*
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* No confundir con amor cortés - courtly love.


lunes, 29 de septiembre de 2008

El fuego y los números

(De la columna de Nombre Apellido, revista Lenguas Vivas, edición número #)


Aunque no creo me lo hayan señalado, me imagino a los protagonistas de esta curiosidad envueltos en la inmensidad de una profunda selva (para ellos) infinita. Hablaré de los numerales, donde su lengua presenta un fenómeno de superlativo interés. Ya había escuchado de casos peculiares en la puesta en práctica de los números, casos en los que hay cuatro o cinco números y luego la palabra muchos; casos en donde cada adjetivo numeral es un nombre que se relaciona con ese número. Transcribo, ya que puede encontrarse curioso y aprovechando que lo tengo a mano, un ejemplo de tal proceder. Se trata de una pequeña población que yace a dos días pasando las montañas hacia Levante; éstos son sus números:

Uno: boca; dos: ojos; tres: agua (se refiere al ciclo del agua en sus tres estados: nubes, lluvia, ríos); cuatro: puma (el puma es para ellos, más que el mono, el más símil de los animales; que tenga cuatro patas es considerada [¿simbólicamente?] la única diferencia entre los dos cazadores); cinco: mano; seis: choza (para construirlas arman una estructura de seis ramas que luego revisten con hojas); el siete no existe; el ocho es araña, y luego dicen estrellas.


Pero acaso encuentren, como lo hago yo, un interés mayor en el dato que ahora nos trae aquí. Esto me lo contó un niño, alumbrado por las últimas brasas de un fuego que él mismo había fabulado. Daba la sensación de que nadie se lo había enseñado, más bien era como si lo estuviera leyendo en los troncos quemados. Así me dijo:

-Tienen una palabra que significa uno, luego una que significa dos, después sólo se quedan callados, el tres no se pronuncia (pues se sobrentiende), luego la palabra bastantes, hoy fosilizada y que significa cuatro. Las palabras para denominar los números entre cinco y diez son neologismos que no todos conocen. A veces usan los dedos de la mano izquierda (con la derecha no saben contar) asumiendo que al número marcado hay que sumarle los primeros cinco. Con los números grandes es distinto. Se juntan de noche y, siguiendo una ronda, cada uno va mostrando un número en el fuego. Lo hacen de puro placer y (me imagino que) lo que ven en el fuego son los árboles que los rodean, alumbrados por el fuego y por los números.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Esto lo hago a veces

Se afila el pánico del vacío y, en vez de poner algo nuevo, ex-pongo (...) algo viejo. Ojo, creo que algo más vigente está al caer:

Llegué a un descampado de carácter vasto, había una silla. Me es útil recordar, a estas alturas del relato, que había caminado por lo mayor de catorce semanas. Me senté. No creo que la circunstancia haya estado muy sobre mi piel y espalda, creo que pude entender la abstracción de los ángulos rectos, lo melódico de los bordes trabajados, el lujo de un austero diseño en las patas y el respaldo. No sólo pensé en las manos que rozaron la madera con el placer de no sentir una sola astilla, en la trayectoria de las tiras de paja materializadas en algún campo incierto; sino que tampoco me ausenté en exploraciones sobre el contraste entre la silla y el terreno incierto de la naturaleza, aquella era producto de ésta, pero estaba totalmente arrancada del paisaje, sin reconocerse. Sin embargo, ¿cómo había llegado ahí? Luego presentí que había estado equivocado al juzgar su manufactura tan ingenuamente. Había estado olvidando que estaba literalmente en el medio de la nada. No entraré en las facultades del terreno pero bastará asegurar que yo era el primer pensante en recorrer la zona. Claro, yo había visto una silla y, sin llenarme de infundada alegría y asumir la presencia de alguna persona en las cercanías –eso era imposible-, no había negado la posibilidad de que manos humanas hubieran obrado la silla. Pero ahora sí lo hacía. Observando la silla con mayor precisión, comencé a notar las raíces y rápidamente alcé la vista para entender que había sido un arbusto all along.

jueves, 10 de julio de 2008

Diferentes locaciones

Praga-Berlín

Dresden

Berlín

Dresden

Barcelona

Costa amalfitana

Napoli

Berlín

Dresden

Dresden

Praga

Dresden

viernes, 6 de junio de 2008

Nota al pie (Título cambiado por "Anagnórisis o reconocimiento")

Esta historia le sucedió al narrador del lector implícito del autor real del suegro de mi prima. Al parecer estaba caminando por el nivel intradiegético de un centro comercial y se topó con el narratario de su hermana. Decidieron ir juntos a tomar un café al cronotopo del patio de comidas para participar en una conversación dialógica ya que hacía tiempo no tenían noticia el uno del otro. Daba la casualidad que allí trabajaba el lector real del autor implícito de un amigo suyo (lo había conocido en una fiesta apenas unos días antes) y estaba a punto de terminar su turno. Cuando el reloj dio las seis, marcando una prolepsis, éste colgó su delantal y fue a vestirse a la contratapa del libro. Tras un eterno retorno tomó un lugar en la trama central de la sala, con los otros dos personajes. Conversaron un rato de cosas triviales como unas mímesis muy lindas que estaban narradas muy cerca suyo; el cambio climático (el clímax estaba sufriendo una gran metamorfosis en las formas temporales); teléfonos celulares (uno de ellos había recién comprado uno con polifonía); etc. También hablaron de política y los tres lamentaron lo patético que era el realismo, las horribles historias que salían en las noticias a diario. Además, el lector real del autor implícito de su amigo (que no se llamaba Leo) se enteró de la muerte del autor (otro amigo en común, aunque en realidad no lo conocía mucho) y le pidió la información del entierro al que iba a intentar asistir.

Luego de una segunda prolepsis acabó saliendo el tema de la literatura y los dos hombres conocieron que compartían esa afición. El otro, el narratario de su hermana, no era un gran lector y pasó a ser un personaje secundario. La conversación les llevó por diversos mundos de ficciones verosímiles e inverosímiles, peripecias y anagnórisis, y en una nota al pie de página Leo (que no se llamaba Leo) le comentó que en el centro comercial había una muy buena librería. El héroe problemático le preguntó si se refería a la librería Yenny, en el nivel metadiegético, pero Leo le dijo que no, que esa librería era una basura, que hablaba de otra que se encontraba en el grado cero de la escritura. Luego de una desautomatización de las formas fijas, Leo dijo que debía irse a juglar al billar y tras pagar el cuento salieron los tres, en un paralelismo, del café. La elevada suma que tuvieron que pagar (era un número de tres figuras retóricas) les hizo comentar sobre los horrores de la inflación y, ahora sí, se despidieron cordialmente. Se fue a una tienda de ropa en busca de una camisa pero cuando se la puso en el trovador no le gustaba cómo le quedaba y optó por no comprar nada. Luego decidió echarle un vistazo a la librería que le había recomendado su nuevo amigo, en extrañamiento de nunca haberla visto. En vez de tomar el ascensor decidió bajar por la catarsis y, al pasar por una falacia en el nivel autodiegético recordó que debía comprar aspirinas y alegorías. Entró a la falacia e hizo sus recados, por la ventana se veía un magnífico atardecer en el horizonte de expectativas, había muchos edificios en obras y lamentó cómo la excesiva deconstrucción estaba arruinando el pasaje y el naturalismo. Después de esta digresión se encaminó a la librería. En un monólogo interior se preguntaba si Leo no sería homodiegético (lo había encontrado sumamente atractivo) y, en caso de serlo, si sería un lector pasivo o activo.


No recordaba que Leo le hubiera dicho que era una tienda de segunda mano y le pareció especialmente extraño no conocerla. Le encantaban las librerías de segunda mano e iba a menudo a ese centro comercial. Antes de entrar estuvo a punto de tropezar con un quiasmo y maldijo lo mal estructurada que estaba la obra. Empezó por la pila de cinco pesos, y le extrañó ver que no había un solo libro que no hubiera leído. Además, eran todas las mismas ediciones que él había manejado. Tras mirar y mirar, en la pila de diez pesos, en la de quince, en los estantes, no podía dejar de maravillarse por lo que estaba sucediendo. Eran todos los libros que había leído, cada una de las ediciones era idéntica y se encontraba en el mismo estado en el que él la había dejado al terminar. Reconoció manchas de café, arreglos con cinta scotch, dedicaciones, cada detalle era idéntico. Luego empezó a desafiar el lugar, buscando libros que había leído en bibliotecas ajenas en países lejanos, libros que había dado por perdidos o incluso destruidos, pero una y otra vez se maravillaba al encontrar el tomo. Tras una exhaustiva investigación terminó por decidir que, definitivamente, esa era su completa biblioteca personal; ni un libro más ni un libro menos. Hasta las novelas que le daba vergüenza haber leído estaba ahí, mientras que las que nunca había leído, pero cuando eran mencionadas decía que sí, no se encontraban por ninguna parte. De hecho, y esto fue lo que más le impactó, se encontró con el Ulises (el único libro que había dejado por la mitad), cortado al medio, justo en la página en la que se había rendido, años atrás.


y una elipsis y quiso cuestionar a alguien sobre el misterio pero no había nadie en el local y, al acercarse a una puerta tras la cual quizá encontraría a alguien, se topó con un volumen que jamás había visto. Era casi líquido en sus manos y no tardó en reconocer la trama. Se mareó muy rápido y, al desmayar, se imaginó al suelo, golpeándose la cabeza fuertemente contra el anacoluto.

viernes, 30 de mayo de 2008

Juicio por mala praxis odontológica O Mal juicio de praxis ontológica

Para la atención de Álvaro Roca Blando, abogado.

Le adjunto, como me pidió, la crónica de los sucesos referidos al caso de Nombre.

13/5/2007: Primera consulta.
El paciente me visita por una infección en la muela de juicio inferior derecha. Infección importante, radiografía (adjunta número 1), extracción. Operación llevada a cabo con normalidad.

14/6/2007: Segunda consulta.
Mismo paciente, mismo problema. Muela de juicio inferior derecha. Desconcierto por parte mía, revisión de primera radiografía, sin rastros de una segunda muela en crecimiento. Sugerencia de que visite otros profesionales. El paciente se niega. Le explico la anomalía del suceso, al paciente no le resulta extraño. Extracción exitosa. Insistencia en que visite otros médicos.

12/7/2007: Tercera consulta.
Segunda regeneración de muela de juicio inferior derecha. Imposible alarmar al paciente sobre la situación. Radiografía (adjunta número 2). Resistencia por parte del paciente a hacer radiografía por no haber hecho falta en la segunda consulta. Radiografía no revela paranormalidades. Extracción.

12/8/2007: Cuarta consulta.
El paciente me visita disgustado. Crítica a mi trabajo: “A ver si esta vez lo hacemos bien doctor, soy un tipo ocupado y no tengo tiempo de venir acá todo el tiempo.”
Examen de la zona problemática revela objeto no identificado en crecimiento. Algo de metal, posiblemente bronce. Radiografía (adjunta número 3). Nueva resistencia a radiografía por miedo a radiaciones y cáncer. Radiografía revela una llave pequeña creciendo en lugar de muela inferior derecha. Extracción por medios odontológicos corrientes.

9/9/2007: Quinta consulta.
Paciente enfurecido. Acusaciones varias: de no ser un verdadero dentista; de hipnotizarlo e implantarle los objetos con el fin de asegurar clientela permanente; etc. Amenaza de juicio por mala praxis. Exige ver a mi “supervisor”, impotencia al conocer la falta de un “supervisor”. Agresión. El paciente se calma cuando ofrezco servicio gratuito. Objeto extraído: hebilla de cinturón D&G.

17/9/2007: Sexta consulta.
Paciente exige números telefónicos de otros pacientes míos para comparar experiencias. Exigencias negadas, nuevamente se calma al ofrecer servicio gratuito. Objeto extraído: cinta de cassette (compilado de baladas de rock).

19/9/2007: Séptima consulta.
Cambio de actitud del paciente. Casi jovial. Comienza nuestra relación amistosa. Objeto extraído: libro de Franz Kafka.

Lapso comprendido entre 19/9/2007 y 24/11/2008:
Visitas regulares, incontables. Consistente actitud amistosa por parte del paciente. Numerosos objetos extraídos de diversa índole. Ejemplos: Tazas, bolígrafos, un micrófono, gafas de sol, un transformador 100-240V, un cabezal de ducha, sacapuntas, libros, broches para pelo, una tecla del símbolo “#” de una máquina de escribir, una pipa de madera, pedazos de maquinaria, bulones, etc., etc.

25/11/2008: Última consulta.
Nuevo cambio de actitud en el paciente debido al objeto extraído: su diario íntimo. Paciente enfurecido, euforia sentimental, agresión física. Advertencia de consecuente juicio por mala praxis.

Espero que la presente, junto con los documentos aportados anteriormente, sea de su ayuda en mi defensa.

Atte.,
Nombre

M.

domingo, 4 de mayo de 2008

Cielito lindo

Importante haber estado en un recital de Divididos o en su (imperdonable) defecto ver este video. No es para "ambientar" sino por un pedacito de información sin el cual no se entiende lo siguiente.

Retazos extraños de melancolía adolescente me vienen en forma de recital. ¿Quién y cómo me enseñó a moverme entre las pieles resbaladizas de otros como yo? ¿Hasta dónde llega un público que amistosamente busca mil muertes de purgación mientras sus gargantas color vino de cartón declaran a gritos sentencias de rock? Piernas afónicas que apenas aprendieron a saltar y lo hacen con alas que reflejan las luces de colores buscan un sudor que encandila cien veces, mil veces. El piso desaparece porque ya no está y los semidioses de la electricidad golpean las puertas de algo llamado no sé qué mientras más y más cosas desvanecen en una reflexión adolescente de pelo mojado por el humo rojo de las bengalas. El sin fin de banderas como baluartes que sondean el viento y buscan palabras difíciles de entender. La vida y la historia son releídas cuando los Divididos estrujan el Cielito lindo queriendo recordar algo. Ese lunar que tienes, ¿a qué nos hace acordar, a qué nos hace acordar? Se me acercan espíritus y mil almas muertas en el desconcierto y aúllo al lunar que traduce las bengalas a un idioma más perfecto, más alejado. La comodidad y la astucia de los acordes que todavía recrean la antigüedad van estableciendo en los escalofríos de la gente un agujero público pactado en lo tácito y en la tradición; se abre un lunar reflejando otro mientras la adolescencia se comprime para los costados. Aparece el piso pero todavía no está, está en otro lado y lo que está ahora es un lunar junto a la boca del tamaño del mundo. Algunas almas ávidas de protagonismo insisten en ser los cráteres de lunar, se quedan ahí esperando el temblor, el siglo veinte que espera y que espera a desatar su euforia, a mover el pelvis como lobos que se chocan y se esquivan sin saber por qué, mientras el lunar se expande y se expande con ambición de salir del paso, de elevarse del nivel del mar como un vapor sagrado. La añeja Catarsis se prefigura en una inexplicable sonrisa colectiva un momento antes de enfrentar el lunar al espejo que desatará una y otra vez un signo de presencia universal sabiendo que volverá a pasar mil veces y que los extasiados relámpagos de sudor tatuarán la noche, acaso sin saberlo, de su mismo color.

jueves, 1 de mayo de 2008

Lo de las sílabas es lo de menos, creo


Punta de metal en mi boca
¿Mate, qué dios
recorre mi cuerpo?


Alguien forjó
el martillo en mis manos.
El sol escucha.


El martillo
tiene hermosas curvas
que entiendo.


Antenas
que ya no sirven
recortan el cielo.


viernes, 28 de marzo de 2008

Extraño accidente fatal en la ruta

1 de marzo del 2008
Dos Peugeot 404 verdes con la misma patente chocan de frente, ambos conductores fallecidos.
El misterioso incidente ocurrió cerca del zoológico Temaikén, las autoridades todavía no dieron explicaciones. Testigos aseguran que los cadáveres eran muy parecidos y estaban vestidos igual. Fuerte disputa por el destino de un manuscrito encontrado en los baúles de ambos vehículos.
BUENOS AIRES.- El siniestro ocurrió ayer a las 16 horas, cuando dos Peugeot 404 del año 56 sufrieron colisión frontal a altas velocidades. Llamó la atención de los testigos que los coches fueran tan parecidos, la sorpresa llegó cuando se advirtió que las patentes también eran iguales. Careciendo de los resultados de la autopsia sólo se puede especular. El vehículo figura en el registro de automóviles de la provincia de Buenos Aires, el dueño y conductor fallecido es Patricio Sodenberg, natural de Tigre. El misterio incrementó al descubrir que la fecha de cumpleaños del hombre es el 29 de febrero de 1960 y que el accidente tuvo lugar ese mismo día de este año bisiesto.
Las conjeturas crecen y todavía escasea la información oficial, uno de los dos conductores debiera ser un “falso” Patricio Sodenburg, conduciendo un “falso” Peugeot. Declaraciones recientes de la vecina del fallecido afirman que era un hombre “solitario” que nunca recibía visitas y que escuchaba música clásica muy fuerte. De exactamente 48 años, vivía solo en la casa de sus padres desde los 20, cuando toda su familia naufragó y desapareció en una embarcación de la empresa Cacciola, con destino a Carmelo. Pudo mantenerse buscándose la vida con diferentes empleos que nunca duraban demasiado. “Vivía con fuertes dificultades económicas”, declaró la misma vecina. Entre los testigos del accidente, los que lo presenciaron con mayor cercanía cayeron desmayados al instante y permanecen vigilados en el hospital. “Yo no sé que vieron, pero debió ser impactante. Cuando yo me acerqué estaban sacando a los cuerpos y eran exactamente iguales. No me puedo olvidar del pulóver celeste y rojo que los dos conductores tenían puesto.” Se esperan ansiosos los resultados de la prueba de ADN ya que sólo entonces se dará con la identidad del falso conductor. Algunos periodistas de menor seriedad han intentado hallar la explicación dialogando con expertos en sucesos paranormales. Las conjeturas han llegado al límite cuando se sugirió que todo el accidente podría no ser más que una proyección mental materializada físicamente, producida por una psiquis fuertemente trabajada y/o un ingrediente milagroso. Esto es imposible de verificar aunque la biografía del fallecido daría pruebas de una vida enajenada, fácilmente clasificable como tendenciosamente suicida.
El hombre tiene una antecedente penal, hace 12 años la policía le tuvo que llamar la atención por los altos decibelios en los que escuchaba a Beethoven y terminaron deteniéndolo por rehusarse a bajar el volumen y a ponerse pantalones.
Según fuentes locales, ambos vehículos resultaron llevar los mismos contenidos tanto en la guantera como en el baúl. En las dos guanteras se encontraron cintas de Beethoven, los papeles del coche –rigurosamente iguales-, y dos riñoneras “hippies” con 12 gramos de marihuana, papelillos de fumar de la misma marca e incluso con la misma cantidad de “sedas” restantes. En el baúl se encontraron dos manuscritos idénticos que permanecen bajo custodia de la policía, aunque diversos grupos ya han comenzado a luchar judicialmente por hacerse con el texto. Si no se logra dilucidar una identidad diferente para uno de los dos conductores, las proporciones del caso aumentarán de manera rampante. El manuscrito podría tener altos valores científicos, religiosos, literarios, psicológicos, antropológicos, y los estudiosos de todos los campos no cesarán hasta conseguir acceso a él.
Se baraja la posibilidad de que sea una suerte de “performance” artística llevada a cabo por dos personas de consentimiento mutuo, y la escena de los blogs de Internet ya está llevando estas ideas hasta sus últimas consecuencias.
Las autoridades darán una rueda de prensa esta tarde donde se esperan aclararse algunas de las tensas dudas acerca del espectáculo borgeano sufrido ayer. Todos los interesados tienen grandes esperanzas de que el susodicho manuscrito, aparte de la prueba de ADN, pueda contestar algunas de las intrigantes preguntas que el suceso obliga plantearnos.

lunes, 24 de marzo de 2008

Su cabecita si dirige hacia adelante y hacia atrás como si las cosas tuvieran sentido. Repite ese movimiento, lo repite. Es un pájaro. Uno de los genéricos que están en tu jardín a esta hora, si tenés jardín, no vamos a decir palomas, a qué mentir. Uno podría decir todo lo que no soy yo es de plástico. Cómo serán las cosas adentro de una bolsa de tierra comprada, es oscura; casi negra. La fertilizaron o se fertilizó, excusa suficiente para entrar en el mercado. En la pileta una paleta. De esas chatas, de colores, básicamente azúcar. En algún momento hubo un principio, a la marca le pusieron Chupetoncito y ahora se intercambia por dinero. A veces el aire decide que una pileta va a consumir una de esas paletas y qué decisión tengo yo sobre eso. Se cayó al fondo de la pileta y al día siguiente sólo quedó el palito de plástico blanco, vacío como una caña de bambú. Plástico. Los colores se fueron deshaciendo, después era todo blanco, después nada. Hay un intento de escribir cosas adentro de una bolsa de tierra comprada, son bolsas de diez kilos, veinte kilos. ¿Cuántas cosas se encuentran ahí adentro? Las flores que van a crecer de ella, ¿están envueltas en ese plástico transparente, embotellado?
¿Hasta dónde puede uno irse, y hablo físicamente, escuchando pájaros cantar en diferentes planos, pasa un coche, pasan los años?

martes, 26 de febrero de 2008

Revista Lapsus

Éstos son unos carteles que hice para una revista que estamos intentando materializar en las proximidades del tiempo, el equipo y la difusión más inmediata corresponde a mi facultad pero aceptamos textos de todos lados.

Nota: La insistencia con lo de "cualquier lengua" es por el tema del catalán, en realidad éstos son los carteles antes de que María los traduzca a dicha lengua autóctona.

viernes, 22 de febrero de 2008

lunes, 11 de febrero de 2008

Carta cerrada para Héctor

A mí lo que me gustaría que pase es que yo escriba una carta para alguien del futuro, diciendo por ejemplo que si por casualidad la encuentra en una zanja cerca de su casa, en el año 2077, saliendo a pasear al perro y un poco preocupado por asuntos matrimoniales, eso sería una gran casualidad. Un chico es secuestrado por piratas en algún recoveco de las Antillas y luego abandonado en una isla desierta. Como sabemos, escribe un mensaje en una botella, la lanza al mar y reza a la piedad de un Dios en el que cree realmente. La botella recorre mares repetitivamente y en un momento se choca con otra botella de características rigurosamente iguales; momento poco visto, el mar brindando en el medio del mar, lejos. Y después una botella va a parar a las manos del otro náufrago y viceversa. Para ese momento ya son viejos y sólo vagamente recuerdan esos símbolos y su supuesto significado. Por eso digo, si hay alguien ahí fuera, leyendo esto por allá por el altiplano boliviano, mirando en la distancia y en esa situación una carta, entregado al viento, le cae a los pies; justo mientras pensaba sobre los pájaros y el viento. Entonces ¿quién escribe? O imaginate, Héctor, que vos te llamás Héctor y aparecés caminando por ahí, por la calle, con tus hijos y te encontrás esta carta cerrada en una plaza. Te llama la atención, la agarrás y te la llevás a tu casa. Te sentás en una mesa de madera un poco vieja y abrís la carta, leés hasta este punto.

Por ahora es todo bastante raro, ¿no? Justo dije lo de la mesa de madera, eso puede ser casualidad, pero, justo dije el nombre Héctor y vos te llamás Héctor. Es raro. Tenés ganas de avanzar, que te diga más cosas, ¿no? Para comprobar, a ver qué pasa. Entonces digo, así sin pensarlo, que es el año 2048, ¿sí? Me siento omnipotente, omnipresente, omnisciente, ¿vos cómo te sentís? Dejame adivinar… no, bueno, no hace falta que entre en eso. Pero así con los datos íbamos bien, tu pared es verde clarito. Tres hijos. Se murió un perro tuyo hace poco… ¡¿En serio?! Hace dos meses… ¡ja! Es que claro, estas cosas pasan, es muy raro pero pasan. Es como la historia esa de Marco Polo que en realidad no viajó nada, sólo se puso a escribir en su casa y se lo inventaba todo, pensaba cómo será China, nombres graciosos como Cathay o el Gran Khan y lo escribía y al final era todo verdad. Te digo, estas cosas pasan.

Bueno entonces ya que estamos puedo contar tu historia, a ver en cuánto acierto. ¿Leíste Hamlet? Ay, no sé por qué pregunto, claro que leíste Hamlet. Porque yo quiero que hayas leído Hamlet. Hay una parte genial, ultra-barroca, como bien sabés, en la que Hamlet prepara una obra de teatro que mimetice las acciones de su repugnante tío para ver la reacción y así tener una prueba mundanal, fehaciente, de los crímenes cometidos. Hamlet les explica la obra a los actores y les da consejos teatrales sobre el arte de la imitación. Es divino, ¿no? Podría habar pasado que un día Shakespeare no podía actuar, porque se había lastimado el tobillo, y miraba su obra desde el público y claro, se estaba viendo a sí mismo imitado por un sustituto, alguien lo imitaba a él que imitaba una situación que etc., se multiplican las relaciones y William Shakespeare puede tranquilamente ser la imitación de alguien viendo la imitación de algo que imita a alguien que imita una cosa que pasó para imitar a otra para un fin determinado. Vos amás los fines determinados Héctor, estás ahí leyendo algo que forzosamente tiene un fin determinado y todo va encajando, ¿no? O el contrario: nada va encajando y lo único determinado es el principio. Y todo eso lo escribió Shakespeare en su casa, la realidad es escribible. Y cuando Shakespeare lo ve en el escenario, les da consejos a sus actores sobre el arte de la imitación, y ahí lo ve, tiene pruebas fehacientes de que es un genio, mirale la cara. Ay, Héctor, vos ahora sos más viejo que yo, ¿es gracioso no? Es como uno de los paréntesis anecdóticos de Smoke, la película de Paul Auster, que cuenta del hombre que sale a esquiar, se pierde y muere congelado. No encuentran el cadáver, después sale su hijo, muchos años más tarde, a esquiar y se encuentra con el cadáver de su padre, intacto en un bloque de hielo, y más joven que su propio hijo. Estas cosas pasan, Héctor. Vos ahora sos más viejo que yo, no pasa nada. Sería ridículo pretender que sólo porque yo llegué antes al mundo en orden cronológico, ahora debo ser más viejo que vos. Yo tengo veinte años. Sí, ya sé que vos todavía ni naciste, que naciste el año que viene. Pero vos ahora tenés treinta y nueve y yo sólo tengo veinte.

¿No es gracioso que ahora te estés preguntando qué hubiera pasado si no te hubieras ido a Lisboa? Te fuiste a los viente, ¿no? Claro, vos te acabás de encontrar una carta cerrada y todo indica que está escrita para vos, y está escrita por un chico que ni siquiera escribe muy bien y te está diciendo todas estas cosas, antes de que ni se conozcan tus padres. Pero yo digo precisamente estas cosas, digo tres hijos, digo el color de la pared es verde clarito. No digo ninguna otra cosa, entonces ¿qué si no te hubieras ido a Lisboa? Hagamos un paréntesis liviano, una pequeña demostración, digamos: cuando veas el símbolo del número pi, vas a escuchar el canto de un pájaro, agudo y sostenido, y acto seguido va a entrar tu hijo por la puerta, hablando sobre un examen de matemáticas. Todavía no. Ahora vos tenés una elección, podés dejar de leer, tirar la carta, o esperar para abrirla en algún momento en el que tu hijo esté durmiendo o muy lejos de casa. O podés seguir leyendo pero en cualquier caso va a pasar, cuando llegues al momento en el que la tinta desplegada dibuje aquel atractivo simbolillo, van a pasar esas dos cosas. Y eso va a pasar ahora, mirá: π

Yo te dije.

Es raro, ¿no?

Ahora que nos vamos conociendo, Héctor, cada vez estoy más seguro de que estás ahí, al principio era medio en chiste pero ahora es distinto, siento que puedo definirte, siento que puedo decirte que no dejes a tu mujer, que no es buena idea, o que no te subas al auto el día de tu quincuagésimo cumpleaños, que vas a tener un accidente. Pero es precisamente éste el momento en el que detengo, en el que me quedo sin tinta o sin ideas. El azar de las experiencias es tal. O sin ganas de seguir, u obligado a hacerlo por la aparición repentina de unos guerrilleros o unos piratas. No tengo más papel Héctor, es eso. Soy tan malo con los finales y, por ahora, este es el fin. Emily Dickinson dijo, en el siglo XIX y siempre: “Parting is all we know of heaven, And all we need of hell”. En nosotros, además del cielo y el infierno, se solapan la bienvenida y la despedida, son uno y lo mismo. Nada va encajando y lo único determinado es el principio. Pero no hace falta nada más; en la Capella Sistina no se lo ve a Dios abrazando a Adán, con el dedito basta.

Cuando yo era niño hicimos un juego divertido en mi colegio: escribimos cartas para meter dentro de globos e inflarlos con helio para soltarlos luego y ver si alguien los encontraba. Lo gracioso fue que a uno de mis compañeros le llegó una respuesta por correo. Estas cosas pasan. El mío todavía no lo encontraste pero estoy seguro que ya te estará por llegar. Yo voy a seguir acá. Somos náufragos, Héctor, náufragos.

Espero tu respuesta.


lunes, 4 de febrero de 2008

Algunos haiku


Por más que digo
‹‹¡Ven, ven! ››
la luciérnaga
pasa volando.

Onitsura (1660-1738)

¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?

Jor
ge Luis Borges (1899-1986)




Para las flores
el olor de la primavera
es el mío.


Bajo la lluvia,
los árboles comienzan
a murmurar.


Circularmente,
el tiempo y los años
los mide el árbol.


El tiempo,
si a alguien, le pertenece
a un ombú.


Cuando la piedra
cae al agua círculos.
La edad del árbol.


En los árboles
como en las lagunas,
mi reflejo.


Las nubes,
la lluvia sobre el lago,
los fantasmas.


El agua
como lo demás también
es circular.


Las nubes aman
su reflejo en el agua
y se ahogan.

jueves, 24 de enero de 2008

Volando con el interné (tercera entrega +1)

colonia1.

(Del lat. colonĭa, de colōnus, labrador).

1. f. Conjunto de personas procedentes de un territorio que van a otro para establecerse en él.

2. f. Territorio o lugar donde se establecen estas personas.

3. f. Territorio fuera de la nación que lo hizo suyo, y ordinariamente regido por leyes especiales.

4. f. Territorio dominado y administrado por una potencia extranjera.

etc.



¿No es raro que Colón haya ido a América a hacer lo que le dictaba su apellido?

Una de los tantos momentos en los que se solapa la historia, el tiempo se pliega y despliega como un acordeón y cosas que pasaron antes en realidad pasan después y al revés. Porque es mentira que colonia viene de colonus, labrador; colonia viene de Colón pero antes no lo sabían.

1+4+9+2 es igual a muchas cosas extrañas: ¿Qué vino antes, la "Reconquista" o la toma de Granada? ¿La Gramática de Nebrija o la lengua que usamos hoy? ¿El planeta en que vivimos o el globo terráqueo que lo mimetiza? ¿La expulsión de los judíos o el nazismo? ¿Los dinosaurios o el Renacimiento español?


¿qué vino antes?
1+1+1
2-0
-1+2

¿La Santísima Trinidad, los 33 días que estuvo Colón navegando o la obsesión con el número tres?

jueves, 17 de enero de 2008

Siete más uno (Los ojos rojos)

1.

Terminó la última propaganda, lo sabía porque ahora estaba el anuncio del canal 8, y eso significaba que ya iba a empezar el Chavo del ocho otra vez. El Chavo era uno de los grandes pero parecía como uno de los chicos, el canal se llamaba Ocho y Carlitos se preguntaba si era primero el Chavo y después el canal o al revés. Antes pensaba que era el Chavo del canal Ocho pero después vio una vez que el Chavo vivía en un barril y tenía pintado un ocho en el barril. Se conocía ese número porque Mamá le decía el nombre del canal y le decía el Chavo del ocho, Carlitos, poné el canal ocho y veía el número 8. El ocho era como dos círculos que iban juntos, como dos ceros. Se sabía el cero y el uno, y el dos, y algunos más, como el ocho. Empezó el Chavo y lo miró. Carlitos siempre sabía lo que iba a pasar. Le gustaba adivinar los chistes, no perdían el sentido, era gracioso. Pero entonces el Chavo tenía petardos. Carlitos nunca había visto al Chavo con petardos, nunca había visto petardos, sólo en los dibujos. El Chavo tirándolos por todos lados y se enojaba la vecindad, ruidos muy grandes como de truenos. A Carlitos le gustaban los truenos, los miraba por la ventana y los relámpagos también los miraba y los escuchaba. Y le daban miedo pero era un miedo bueno. Le daban miedo pero estaba adentro y a veces estaba en la cama y los veía en la ventana y los escuchaba y pensaba en Dios tirando petardos. Después Carlitos quería tirar petardos pero dónde conseguir petardos. En el Chavo y por lo que había visto en los dibujos eran como palos de papel rojo y entonces agarró unas cartulinas rojas y las hizo como palitos y sólo necesitaba los fósforos de la cocina. Mamá nunca le dejaba agarrar los fósforos, tenía que hacerlo a escondidas. A veces Mamá dormía la siesta y él puso la tele bien alto y se subió al banquito de la cocina y pudo alcanzar los fósforos. Vio el barco en los fósforos pero él no sabía qué decía en la bandera pero pensó en piratas y que quizá decía Pirata o algo relacionado con los piratas. Cuando ya tenía los fósforos se puso en su cuarto con los petardos. Primero gastó muchos fósforos porque no los podía prender bien y después los prendió bien y empezó a prender los petardos. Justo cuando el primero estaba por explotar se terminó el fósforo y le quemó un poco el dedo. Entonces se dio cuenta que todos los fósforos que quedaban estaban ya negros y no quedaba ninguno rojo. Tuvo que bajar a la cocina a buscar más pero no encontraba y entonces vio el metal que usaba Papá para prender los cigarrillos. Lo sabía usar porque era divertido y un domingo que Papá se estaba duchando lo usó. Lo llevó a su cuarto y abrió la tapa y empezó a mover la ruedita y una vez que lo hizo bien fuerte salió el fuego. Era mejor que los fósforos porque no se terminaba pero justo escuchó unos ruidos en el pasillo que eran Mamá y ya no podía esconderlo todo porque también estaban todos los fósforos tirados y Mamá entró y lo vio. Le gritó y le sacó los petardos y el metal y él lloraba y la odiaba porque le había sacado los petardos y no los había podido explotar.

2.

Estaba en el dibujo de Escher subiendo una escalera y había dibujos en la pared de cosas que iban cambiando y también había símbolos del infinito y de repente la escalera no iba para arriba sino que para abajo y se despertó con un trueno sudando. No sabía si el trueno había sido de verdad. Carlos dormía y le daba la espalda como siempre y el corazón le hacía temblar en todo el cuerpo. Miró el reloj pero se había apagado, algo había pasado mientras dormía que había apagado y vuelto a prender el reloj, estaban ahí los cuatro ochos cuadrados, de color rojo luz. Ponderó medio despierta la posibilidad de que el trueno haya caído en su electricidad. Los ochos cuadrados parpadeaban en la oscuridad. Cuatro ochos que eran ocho cuadrados puestos juntos de esa manera. Y parpadeaban como mirándola, como ojos rojos que la miraban y ella temblaba los residuos del sueño de Escher. Caminó hacia las puertas que una daba al pasillo y la otra al baño y mientras hacía eso pensó en cómo el cuarto tenía esa manera de adaptarse a sus sueños y sus rutinas. En la noche se levantaba de la cama por sus sueños, si soñaba el sueño del jugador de fútbol que se acostaba con ella era la puerta del baño y se masturbaba en silencio; Carlos ya no la tocaba. Si era el sueño del dibujo de Escher era el pasillo y la cocina. Fumaba en la cocina y pensaba en Carlitos y en Carlos, siempre mirando fijo el zippo de Carlos con el que jugueteaban sus manos. La bola negra de pool grabada en el encendedor, con unas llamas en naranja y amarillo, le traían días lejanos con olor a bencina que seguramente ya no existían más, la bola 8 era testigo o evidencia de esos días. La bola 8 era un ojo negro con dos ojos pequeños en la pupila blanca. No se quería ir por Carlitos, no era su hijo y lo tendría que dejar. Lo quería como suyo, lo había criado desde los cuatro meses. Pero entonces consideró, bajo la única luz de la lámpara que colgaba sobre ella y la mesa de madera, que ese día era diferente a los demás, o anterior, como si pudiera hacer que los días anteriores se cancelasen entre sí y ese era un único día. Se abrigó y salió a la calle.

En el bar de la pensión tomó una ginebra en un trance, encendía cigarrillos con el encendedor de Carlos y lo miraba abrirse y cerrarse en sus manos como hacía en casa. Lo usó para su último cigarrillo y después le regaló el encendedor al de la barra. Al dormirse supo que estaba en una cama extraña, en la habitación de una pensión, totalmente sola.

3.

En el tren casi nunca dormía. El sentimiento de trabajar por la noche se chorreaba mucho para afuera de las ocho horas de trabajo y en el tren miraba a la gente recién despierta, con el otro tipo de sueño que es el de la mañana. Dos mundos se unían en el tren, y los demás no eran conscientes de aquello, que ellos dormían mientras él trabajaba, que ellos quizá cuando dormían soñaban lo que él hacía en el trabajo, sirviendo algunos tragos y viendo a la gente entrar o salir, a veces traían putas y las subían a sus habitaciones y eran pequeñas parejas descartables que usaban ese tiempo de la otra persona y durante ese rato la pensión era su reino, eran dueños del mundo y del tiempo. A veces se acordaba de la gente que dormía en la pensión, a veces se olvidaba; a veces veía alguno en el tren y eso seguramente era lo que alguien estaba soñando en algún lado. Millones de personas dormían de doce a ocho y él trabajaba a esa hora y dormía mientras los otros trabajaban y dormía mientras en el otro lado del mundo alguien trabajaba el turno de noche en un hotel y no dormía como los demás de ese lado del mundo. En su casa agarró el zippo que le había regalado esa mujer y lo dejó en su escritorio, Santiago nunca había fumado y era un objeto extraño para él, no simpatizaba la bola ocho con las llamas pero era capaz de encontrar un encanto kitsch en el objeto y lo dejaba en su escritorio para mirar y pensar en otras cosas.

Mientras Raúl veía Superman en la habitación contigua, soñó con un video casero de su niñez, lo miraba a su papá que estaba del otro lado de la cámara y él desde la silla alta la imaginaba como una pistola, su mamá prendía las velas de cumpleaños con un encendedor zippo y el sentimiento era que había una pantalla con esa proyección de por medio, o que todo sucedía sobre la pantalla blanca, proyectado desde el aparato en la oscuridad. El tono ocre del Super8 cubría la escena como una manta que sugería la nostalgia, el pasado remoto y quizá hasta la ficción.

4.

Entró al cuarto de Santi haciendo puntitas de pie para no hacer ruido, quería mirar las cosas. Siempre había muchas cosas en su cuarto y él se metía a mirarlas mientras dormía. Siempre estaba durmiendo. Cuando él volvía del cole estaba dormido y después más tarde estaba despierto pero en su cuarto con los libros que era como si estuviera durmiendo pero sentado. Después Raúl se iba a dormir y cuando se despertaba estaba durmiendo otra vez, siempre durmiendo. Se subió a donde estaban los libros y encontró un metal con un fuego y se lo llevó a su cuarto con cuidado. Lo guardó con sus tesoros en el lugar que nadie conocía, y volvió a la tele. Estaba en propagandas y ya se las conocía todas y le aburría. Cuando había propagandas siempre miraba el aparato de video y veía los ochos parpadeando en la pantalla y pensaba en que en los números cuadrados del video se podían hacer todos los números sólo con un 8. Los iba imaginando mirando los ochos. 1, 2, 3. Sabía contar hasta diez como sus dedos pero los demás números todavía no los sabía. Miraba el video y a veces pensaba que si la tele fuera como el video podría hacer Fast Forward a las propagandas que eran aburridas. Después vino Santi y le empezó a preguntar sobre el metal y le decía que era un encendedor y que era suyo y que se lo devuelva pero Raúl se lo negaba y se lo negaba. Sabía que Santi no lo iba a encontrar porque estaba guardado en el lugar que nadie conocía. Santi no le dijo nada más y se fue. Nadie podía tocar sus tesoros.

5.

Prendió la luz y lo empezó a anotar en su cuaderno. Ana le dijo que estaba tardando mucho, que quería dormir, que ya le había dicho que si era muy largo que lo vaya a escribir en el estudio. Se puso un pulóver y se sentó en su escritorio para seguir escribiéndolo. Estaba en un laboratorio científico y trabajaba en división de células, agarraba las células que eran como pelotas de pool y ponía las manos de ambos lados e iba sacando las células de una especie de espejo, y al final era una sola célula, no lo podía expresar bien en palabras, era como si estuviera en Rewind porque en vez de sacar dos células de una, se unían dos células para formar una sola célula. En la pared del laboratorio habían imágenes de cintas de Moebius, y Raúl intentaba explicar lo que sentía al mirar esas imágenes, como si fueran una especie de opresión, como si lo acechaban en el trabajo y le decían que era mal científico, que nunca iba a poder conseguir que se dividan bien las células. Después había un ayudante que era Carlos Zanetti, uno de sus pacientes más perturbados, y el ayudante le pedía fuego para encender un mechero de Bunsen y él le daba el encendedor zippo que le había robado a su hermano de niño y había guardado por tantos años. Ese maldito encendedor que aparecía en todos sus sueños y siempre con el mismo peso y carácter, era quizá el objeto más simbólico que había tenido en su vida pero no entendía qué significaba ni por qué. Entonces él se sacaba la bata blanca de científico y se sentaba en un diván y comenzaba a contarle un sueño a su analista, que no era su analista sino que era su paciente Carlos Zanetti nuevamente, y Carlos Zanetti le interrumpía para decirle “Los murciélagos tienen alas de cisne y se cuelgan hacia arriba, viendo tu panza al revés. Yo estoy al derecho, dado vuelta estás vos.” Se acordaba de esas frases y las anotó. Mientras miraba distraído las hojas escritas, tenía pensamientos abstractos sobre Carlos Zanetti y las cosas que le contaba en las sesiones de terapia.

6.

Lo encontró en una caja con muchas cosas, en el garage de su padre que había fallecido poco antes. Lo reconoció al instante, el olor eran muchísimos olores, muchísimos recuerdos. Quizá lo recordaba más grande aunque había visto millones de zippos en su vida y sabía que eran todos del mismo tamaño. Pero éste era más grande y el olor a bencina era diferente a los otros olores a bencina. La bola de pool le abría una dimensión de recuerdos y de pensamientos nítidos. Su padre mirando y mirando el zippo, abriéndolo y cerrándolo en sus manos, perdido y alejado en su enojo y su decepción. Los ruidos click, click, particulares, únicos. No había otra cosa como ésa y era de su padre. Cuando podía lo usaba pero lo tenía prohibido. Después cuando se fue su mamá lo dejó de ver y era como si lo hubiera olvidado. Ahora lo tenía en sus manos y se maravillaba por el poder del objeto, el objeto de metal proyectaba toda una visión de las cosas, enumeraba una serie de recuerdos; insinuaba que el pasado no había terminado, o sólo que había existido alguna vez. Lo llevó a su casa y se lo mostró a Camila, que trataba de entender el zippo pero no podía. Como si fuera un libro en un idioma que no sabía, con letras jamás antes vistas. Y de algún modo le molestaba no poder leer el zippo y el dibujo y los colores, el amor que tenía por Carlitos le obligaba a leerlo pero cómo. Era una forma de celos, Carlitos siempre metido en su mundo de oscuridades y símbolos. Carlitos era incapaz de abrirle eso y ahora iba al sicólogo que le quería dar unas pastillas para que no esté tan solo todo el tiempo. Cuando Carlitos volvía de ver al sicólogo le contaba a Camila que otra vez no le había podido contar lo del zippo, que otra vez no había podido. Y ella no podía entender las vueltas que daba y trazaba el zippo, por qué se inflaba tanto de importancia y cómo podía ser un problema tan serio. Carlitos empezó a ir todo el tiempo a la casa de su padre a buscar objetos y a pensarlos. Encontró unas cintas de Super8 y se obsesionó con verlas, las mandó a un lugar que las pasó a DVD para poder verlas en su casa. Una era del cumpleaños de su padre. Su padre está en la mesa y hay algunos regalos. Están sus abuelos y detrás de la cámara por las cosas que van diciendo Carlitos asume que está su madre. Después de soplar las velas empieza a abrir los regalos. Abre el de su madre, es el zippo con la bola 8 y el fuego. Su padre se alegra mucho, obviamente hay alguna interna imposible de rescatar. Mira a la cámara y dice gracias, se acerca y se esconde en la cámara para darle un beso, después se agacha y la cámara lo sigue, su madre se filma su propia panza de embarazada y su padre besa la panza. Dice gracias Carlitos, gracias Nora.

Gracias, Nora. ¿Quién es Nora? Su madre no se llamaba Nora. Se había ido de la casa cuando él era chico; tenía recuerdos muy borrosos, pero se llamaba Sandra, siempre había oído Sandra. Después vino su abuela y le sacó la cámara que se giró y ahí estaba la mujer, totalmente desconocida, besándose con su padre, veía la panza y adentro estaba él.

7.

Se quedó sentado en la mesa de la cocina, miraba los dibujos de Escher en la pared que se identificaban y se entrelazaban con sus pensamientos. Prendió un cigarrillo y se detuvo en su encendedor. Vio el número, vio la forma, pensó en Escher; Nora se había ido y él sentía que esto ya había sucedido, que iba a suceder un millón de veces y seguramente sería por su culpa. El bebé lloraba y Nora se había ido. Era curioso cómo hasta ese momento Nora y el bebé eran una sola persona, Nora ya no estaba pero estaba esa parte de ella. El bebé lloraba y Carlos prendió otro cigarrillo.

8.

Se lo sacaba para copiar el dibujo. Ahora que era más grande era más fácil sacarle el encendedor a Papá. Copiaba el dibujo y ya se sabía el número. El ocho se dibujaba con una sola línea y después hacía dos círculos más y ya tenía la pelota negra y el fuego era más difícil pero a veces le salía bien. Le gustaba el olor a fuego del encendedor y una vez soñó que el fuego de sus dibujos era de verdad y se quemaban los papeles y después se iba quemando todo hasta que se despertó con miedo y llorando y fue a dormir a la cama de Mamá y Papá pero estaba sólo Papá y estaba sentado en la cama mirando para abajo y no le contestaba, como si estuviera dormido, tenía los ojos abiertos pero no le contestaba y él le rogaba llorando que le hable porque tenía miedo y se quería despertar porque era como una pesadilla y no se podía despertar.